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“Yo no entiendo por qué dicen que vengo de los monos, ¿acaso ustedes ven que tengo cola?”

Son las palabras más pretenciosas, si no ignorantes que he escuchado en toda mi vida. Me causó risa – sí, como también me causó cierta desesperación. Eso… escuchar como una madre de familia intentaba desprestigiar la idea de la evolución con el fin de convencer al grupo de adolescentes de 14 a 15 años que Jesús existió en nuestra tierra. Citando al propio Vaticano, la evolución es un hecho real, como también lo es la vida de Jesús de Nazareth (hay cero relación entre los dos hechos). Tenemos cola (coccyx), y si bien es cierto no venimos de los monos, si no de un ancestro en común. Pero como dijo Dani Alves, ‘TODOS SOMOS MACACOS’, después de comerse un banano que le lanzaron los del submarino amarillo en El Madrigal.

Las palabras del lateral de aquel Barca han quedado en mi mente. Las tomé literalmente, porque hasta cierto punto, somos macacos. QUE SOMOS MACACOS, y la única diferencia es que nuestros pulgares nos permiten hacer herramientas con las que podemos construir, destruir… hasta sacar una carreta con millones de un banco :O. Somos macacos, y somos macacos egoístas. Somos débiles, lentos, le silbamos a Cristiano, le dijimos pecho frío a Messi… En fin, si no fuese por ese pulgar, estuviéramos extintos.

¿POR QUÉ SOMOS ASÍ? La pregunta del milenio.

¿Qué se puede esperar de nosotros? Es nuestra naturaleza  – el instinto de supervivencia. ¿Por qué culpamos al ladrón y no a la institucionalidad que permite que roben? Si ya sabemos como nos ponemos, ¿por qué nos invitamos? No soy antropólogo ni psicólogo, pero, ¿no es mucho más fácil prevenir que lamentar? Como hondureños nos encanta culpar nuestra hermosa cultura, pero los nipones también son corruptos, igual que los gringos, los jamaicanos (lo digo así porque se puede según la RAE) y los alemanes. En fin, todos los humanos se portan mal cuando se los permitimos, y esa es la clave, permitir. No hay que irnos muy atrás. Nosotros somos los que permitimos que nos roben cuando vamos a una urna, y aún más cuando dejamos de ir. Nosotros somos los que permitimos que nos roben cuando votamos por un color y no por una causa. ¿Creemos que nuestras antorchas y nuestros 120 mil comentarios en Facebook le van a hacer cosquillas a las personas que son capaces de robarle a los pobres? Nos encanta morbosear sobre los zapatos que anda “X” político en vez de darnos cuenta que pasaron una ley de privacidad a las seis de la mañana (sí, así es como nos manipulan). Cuántas veces he escuchado, ‘le pasé 100 pesos y me dejó ir el chepo.’ Abramos los ojos. Es lo mismo darle ‘100 pesos a un chepo’ que 100 millones a un magistrado; corrupción es corrupción.

¿Queremos cambiar Honduras? Primero cambiemos nosotros mismos.

Sebastián Pastor es colaborador para El Milenio. Actualmente estudia Análisis de Datos, Administración Empresarial, y Economía en la universidad George Washington, en Washington DC. Su pasión son el fútbol y la tecnología, plataformas que utiliza para estudiar la Honduras del futuro; sus obstáculos, objetivos, y virtudes.

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