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Me cansé de ver los posts en Facebook de la gente hablando de los japoneses en el mundial. Todos mis conocidos de Honduras haciendo el comentario de costumbre —“es que esa es otra cultura”. La verdad es que es admirable, si. Los japoneses son nítidos, impecables. Aficionados así como los seleccionados aseaban el estadio y camerinos respectivamente. “Pero no, va,” los hondureños no podemos ser así porque “esa es otra cultura.” Es más, recuerdo cuando un organizador americano de Concacaf me contó que una vez la selección de Honduras le dejó un desastre en el camerino. Recuerdo también cuando fui a un partido de la Copa Oro, y en medio tiempo, muchos fanáticos hondureños orinaron en las paredes del baño por impacientes.

Vengo y recapacito, “es eso, algo cultural?” Claro que no, eso no es un tema de cultura, es un tema de EDUCACIÓN. Cosa que en Japón hay, y en Honduras no hay.

“No tenemos la disciplina de los japoneses.” Pero los catrachos se levantan a la 5 de la mañana a sembrar y cosechar café. ¿Si levantarse de madrugada todos los días a trabajar no es disciplina, que es?

“Los japoneses no ponen excusas”. Pero muchos hondureños trabajan arduas horas todo el día con un solo tiempo de comida. ¿Qué harían estos catrachos con tres tiempos de comida y un título universitario?

“Los japoneses si son innovadores”. ¿No será porque alguien, en su sistema educativo, en su familia, en su sociedad, le enseñaron y motivaron a innovar? ¿Y en Honduras, que estamos enseñando?

Ahora, la pregunta del millón. ¿Cómo alcanzamos una “cultura” como la de los japoneses? Que tarea más extravagante e insuperable no?  Para muchos, una misión imposible. La fórmula para conseguir esa tan deseada costumbre ya existe, y se llama el neo-institucionalismo. En palabras simples: fortalecer nuestras instituciones.

No hablo de organizaciones o fundaciones, me refiero a las instituciones que tanto mencionan nuestros políticos, pero que pocos entienden su significado e importancia.

Las instituciones son las reglas, ya sea formales o informales que predominan en nuestra sociedad y que producen ciertos resultados o comportamientos.

Una institución que tenemos los catrachos, es que nos gusta ir a la feria por una Salvavida. Esa es una institución informal, lo que llamaríamos, algo que es parte de nuestra cultura.

Ahora, las instituciones formales, mejor conocidas como leyes, son enmiendas a las tendencias que tiene nuestra sociedad, enmiendas a nuestra “cultura” que resulta en cierto comportamiento. Por ejemplo, si institucionalizamos la prohibición del alcohol, se acabó eso de “ir por una Salva Vida a la feria”, que definitivamente producirá un comportamiento diferente en nuestra sociedad.

Este es solo un ejemplo trivial. Que tal si lo aplicamos a la realidad?

La corrupción es una tendencia en nuestra atmósfera sociopolítica. Podríamos decir, que se ha convertido en algo “cultural”. Desde pagarle al policía para que te deje ir en un retén, hasta un soborno en el congreso nacional la corrupción, tristemente, se ha convertido en nuestra cultura. Solo hay una manera de superarla, y es fortaleciendo nuestras instituciones y aplicando el peso de la ley sobre los que infringen en estas reglas que hemos acordado como sociedad y estado.

Entonces, cómo obtenemos la “cultura” de los Japoneses? Fortalecemos nuestras instituciones y castigamos a los que rompen las reglas elegidas por nuestra sociedad que benefician al bien común. Nuestra cultura es la pasión por el fútbol, las baleadas, la playita, las ruinas de Copán, el trabajo duro, el amor por nuestra patria… Nuestras imperfecciones como sociedad, son la falta de buenas instituciones.

Si usted, mi querido lector, no está de acuerdo con mi argumento, y si cree que nuestras deficiencias como sociedad son algo “cultural”, pues efectivamente, no hay manera de sacar nuestro país adelante. Conformemonos con una cultura mediocre, con que los japoneses son mejores solo porque sí.

Sin embargo, si usted cree, así como yo, que nuestras deficiencias simplemente son producto de instituciones débiles, que no hacen los ajustes necesarios a nuestras imperfecciones sociales, únase a la lucha por una Honduras más justa, más educada y con más ganas de salir del subdesarrollo. Dejemos a un lado esa “paja” de que es un tema cultural, y comencemos a preparar y trabajar por la Honduras que soñamos.

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Juan Pablo Sabillon es el fundador de El Milenio, tiene 21 años y actualmente estudia ciencias políticas y administración de empresas en la Universidad de Emory en Atlanta.

Juan Pablo Sabillon
Juan Pablo Sabillon

Juan Pablo Sabillon es el fundador de El Milenio, tiene 21 años y actualmente estudia ciencias políticas y administración de empresas en la Universidad de Emory en Atlanta.

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