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Caminar en un estrecho sendero de piedras es aceptar que más de alguna piedrita entrara en nuestros zapatos. Es un hecho que asimilamos antes de dar el primer paso. No hay sorpresa con la piedra en el zapato, es parte de los riesgos que entendemos naturales y que no pueden detenernos de seguir adelante en el camino propuesto. Sin embargo, la piedra en el zapato es incómoda, duele y frustra. Una vez que la piedra se ensarta entre el calcetín y el cuero se convierte en la dueña de nuestros pensamientos. Cada paso con la piedra en el zapato pensamos en lo mucho que nos estorba, y en lo mucho que la queremos fuera de ahí. Reitero, seguimos caminando porque la piedra no nos detiene de hacerlo, pero nuestra cabeza deja de estar en el camino, como si fuese secundario. La piedra nos obsesiona, los pasos son como un martillo a un clavo. Más temprano que tarde hacemos un alto, nos rehusamos a dar una zancada más con esa “maldita piedra” en el zapato. Ahí donde estamos parados, sin preocuparnos donde es o quien esta viendo, nos balanceamos con una pierna y nos quitamos el zapato. Buscamos la piedra, la tomamos y la lanzamos con una fuerza desproporcionada, indicando que nunca la queremos volver a ver. Entonces, retomamos el camino sabiendo que probablemente en ese estrecho sendero de piedras alguna piedrita se hará lugar en el zapato, pero no será la misma, y la resolveremos con la misma determinación. 

Este 15 de septiembre, sin mayor espacio para la redundancia, exclamamos que en Honduras tenemos una piedra en el zapato. Todos reconocemos que no convivimos en una república perfecta, ni siquiera adecuada. Más de alguna vez nos hemos quejado, y no de una cosa, sino de muchas. No importa en qué o en quien creemos, nos hemos molestado porque hay una piedra que necesita arreglo. Piedra aquí y allá, pero seguimos caminando. 

Este 15 de Septiembre, entre más nos acercamos a nuestro bicentenario, el día de la independencia se va convirtiendo menos en una celebración jovial y más en una reflexión gravosa. Las heridas causadas por tantas piedras, que vienen estorbando por años, ya no las pueden sanar las letras: 

¿Cómo le digo a una clase política que ya existe la fórmula que genera oportunidades? Que ya hay respuestas a las incógnitas que nos quitan el sueño de la democracia y los mecanismos para romper barreras de la desigualdad. Que un sinfín de países ya han sufrido lo que nosotros sufrimos, pero se han recuperado y lo han documentado para nuestro beneficio.¿Cómo le digo que esa piedra ya la han sacado otros?

¿Cómo le digo a los líderes de mi país, que la política es considerada ciencia por fundamento y no por terquedad? Que esto de la organización humana, de sentirse parte de un pueblo, de compartir fervor con un vecino, de habitar en una comunidad; aunque un asunto complejo y a menudo incómodo, goza de una robusta biblioteca anecdótica y empírica de cómo podemos darle un rumbo digno a estos 112,492 kilómetros cuadrados. ¿Cómo les digo que esa piedra está estudiada?

¿Cómole digo a nuestra juventud, alguna ofuscada por la indignación y otra perpleja por la incredulidad, que aunque los sentimientos son justos, la solución está lejos de la simple reacción a los problemas? La piedra más grande está en nuestro zapato. Esta piedra no tiene más solución que sacarla cuanto antes. Involucrándose activamente en los espacios políticos, sociales y económicos, proponiendo soluciones en nuestras debidas ciencias, informando con simplicidad a quienes flotan en la incertidumbre y la desinformación, y exigiendo que las piedras se saquen de donde están. 

Aquí termina la metáfora, aquí se quedan las piedras, aquí ya no hay zapatos. Olvidemos el romanticismo de los reconocidos problemas y  ahora solucionemos. Si algún problema en particular nos apasiona, sin mucha vacilación, escojamos este como nuestra misión personal de vida. Si el problema es muy grande, busquemos un grupo de personas que también lo quieran solucionar y trabajemos juntos para resolverlo. Con coraje y determinación, hagamos.

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Daniel Vijil es un joven hondureño de 22 años. Es el presidente de Operacion Frijol, director estratégico de El Milenio y licenciado en economía y finanzas.

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Juan Pablo Sabillon es un joven sampedrano de 22 años y es el fundador de El Milenio. Graduado de la universidad de Emory, es licenciado en ciencias políticas y administración de empresas. Actualmente labora como un consultor en una firma de comunicación de crisis en Nueva York.

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Juan Pablo Sabillon es el fundador de El Milenio, tiene 21 años y actualmente estudia ciencias políticas y administración de empresas en la Universidad de Emory en Atlanta.

Juan Pablo Sabillon
Juan Pablo Sabillon

Juan Pablo Sabillon es el fundador de El Milenio, tiene 21 años y actualmente estudia ciencias políticas y administración de empresas en la Universidad de Emory en Atlanta.

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