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“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo” decía el ganador del premio nobel de la paz Nelson Mandela. Pero continuando con su metáfora, no todas las armas apuntan al mismo sitio. 

A pesar de ser una de las regiones con más problemas en sus sistemas educativos, el desarrollo estudiantil en los últimos años ha sido relativamente positivo para Latinoamérica, siendo la tasa de alfabetización de 94%, y en Honduras de 88%, según la BBC. Pero hay otro factor que carece de la atención de los gobiernos latinoamericanos: la migración estudiantil. Desde los años ‘60, la migración estudiantil ha sido un factor que ha ido tomando relevancia en los informes de economistas y sociólogos, debido al desarrollo tecnológico y a la globalización que poco a poco fue teniendo más impacto en los países llamados “tercermundistas”, formando así términos como el de la “fuga de cerebros”, aunque este último se refiere especialmente a la migración de profesionales. Este elemento puede tener mayor relevancia si tomamos en cuenta datos como el del Instituto de Investigaciones Económicos y Sociales de la UNAH, que indican que los ingresos de los hondureños por nacimiento con educación superior son mayores que el de la población total.

 ¿Qué pasa con los estudiantes emigrantes?

La mayoría de las personas migrantes que buscan una mejor educación o un mejor lugar para emprender lo aprendido emigran hacia los países de la Organización de Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), es decir, países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia o Canadá. A partir de ahí veo dos posibilidades: la primera es que el estudiante vuelva a su país, y con lo aprendido trate de hacer de su lugar de origen uno mejor, trayendo nuevas ideas para tratar de contribuir al desarrollo de su país en su ámbito, siempre adaptándose a la realidad económica y social. Esta posibilidad termina siendo el caso de muchas personas, especialmente de las que realizan sus estudios en Estados Unidos. La segunda posibilidad es que se establezcan de forma definitiva en el lugar de destino, cuyos resultados son más difíciles de calcular. Mayoritariamente los resultados de esta última posibilidad son satisfactorios para el individuo, y a pesar de que esta acción puede ser aprobada o criticada, dependiendo de a quien se le pregunte, es seguro que puede afectar a muchas personas. 

En mi caso, soy un estudiante hondureño de la universidad de Lille en Francia, que a pesar de ser alguien muy orgulloso de mi nacionalidad y que sueña con ver a una Honduras desarrollada, emigré dadas las diferentes oportunidades que mi preparación me daba y por la situación económica y social de mi país. Sin embargo, eso no ha impedido que me mantenga al tanto de la realidad de Honduras y que junto a todo lo aprendido y las diferentes experiencias vividas, busque respuestas sobre cómo se podría mejorar la situación del país. Entre esas experiencias tuve la oportunidad de descubrir qué percepción de Honduras tienen mis conocidos europeos, como mis compañeros franceses, quienes lo primero que me preguntaban de Honduras no era sobre su historia, turismo, gastronomía, flora o fauna, sino sobre las “maras”. También está la de mi profesor de Organizaciones Internacionales, quien después de preguntarle sobre lo que consideraba que podría ser una solución para Honduras logré su atención, y al tomarse una semana para investigar más sobre el tema, lo único que me dijo fue, “La situación es muy difícil, se necesita un cambio estructural pronto”. O la de un profesor de nacionalidad española, que al darse cuenta que yo era de Honduras me dijo “La violencia es demasiada en ese lugar, especialmente en San Pedro Sula”. Después de esas opiniones, confirmé que algo andaba mal y que hay que cambiar esa opinión pública, o mejor dicho, exterior.

¿Cómo hacerlo?

Honduras es un país con un gran potencial, hasta reconocido por el Banco Mundial, que en uno de sus informes habla del potencial dado a su ubicación estratégica, teniendo acceso a los dos océanos más transitados del mundo, una creciente base industrial, al mismo tiempo teniendo un incremento en la variación de productos para exportación y una población relativamente joven. A pesar de eso, el mismo informe menciona la pobreza, desigualdad y violencia, que junto a la corrupción forman el punto álgido del país. ¿Cuál será la diferencia entre ambos puntos de vista? Desde el exterior de nuestro país solo se conoce el segundo punto de vista, que es negativo, mientras que el primero, con un ambiente más positivo, es ligeramente percibido.

Honduras es un país que podría ser atractivo para inversores, pero siendo las segundas características las más sonadas en el exterior, las empresas tienen miedo de invertir en el país. 

¿Qué se puede hacer desde el exterior?

Al obtener una formación en el exterior, uno va creando contactos que algún día se podrían transformar en grandes profesionales. He allí una razón por la cual es importante el involucramiento del estudiante en el extranjero. Hay que “vender al país”. Con esto me refiero a la importancia de que el migrante dé a conocer el país y llame la atención del extranjero, para que éste investigue y se dé cuenta del potencial, las riquezas y lo interesante que es Honduras. Con esto no me refiero a ocultar la realidad, sino dar también a conocer lo positivo de nuestro país como si estuviéramos vendiendo algo, acción que algún día puede abrir una puerta para mejorar la imagen de Honduras. Asimismo, cabe recalcar la importancia de que esos estudiantes que migran se conviertan en grandes profesionales, no solo enorgulleciendo a sus compatriotas, sino dando otra imagen positiva de un país con mentes brillantes, como ha sido en el caso de muchas personas, lo cual me lleva a mi siguiente punto.

En uno de sus libros, el periodista Andrés Oppenheimer comenta que durante su experiencia en Irlanda vio que al igual que muchos países de Latinoamérica, Irlanda era un país pobre en comparación a sus vecinos europeos, viviendo de las remesas de sus habitantes en el extranjero y cuyos éxitos eran en el área del arte y las letras. Pero en 12 años, Irlanda logró revertir esos datos, obteniendo un gran desarrollo tecnológico y económico. Una pequeña pero curiosa parte de las respuestas al éxito irlandés son los irlandeses emigrantes y ahora exitosos en sus carreras en diversos países, que han sido usados por sus embajadas como puentes o cartas de presentación para atraer inversiones al país. Por esta razón, insisto en la importancia de que los estudiantes hondureños en el extranjero triunfen, y en mantener contacto con ellos. Actualmente hay varios hondureños cuyas carreras han sido exitosas en el extranjero. Tal es el caso de Sir Salvador Moncada, reconocido científico de origen hondureño quien estudió en Londres. Fue candidato al premio nobel, y a la fecha de redacción de este artículo, acaba de proporcionar una importante valoración del COVID-19 en la región. O tomemos a Sonia Lagos-Witte, bióloga hondureña quien estudió en Alemania y que afirmó al noticiero SciDev.net haber encontrado la manera de ayudar a su país sobre temas de biodiversidad junto al Laboratorio de Histología Vegetal y Etnobotánica de la UNAH que fundó en 1985. Difícilmente puede ser ésta la única clave para el desarrollo de Honduras, pero no cabe duda que puede aportar mucho a este, todo dependiendo de las decisiones individuales que nuestras exportaciones estudiantiles tomen.

Y desde adentro, ¿cómo cambiamos la percepción negativa de nuestro país?

Creo que sería más fácil preguntarse, ¿qué NO se puede hacer desde adentro? A pesar de la simplicidad y negatividad de su respuesta, mi profesor de Organizaciones Internacionales tenía razón: Honduras necesita un cambio estructural pronto. Un cambio que puede ser liderado por su abundante población joven, que sabe lo que sus padres y abuelos han sufrido durante los últimos años y que están cansados de ser el centro y el punto débil de la región. Jóvenes emprendedores y en algún futuro exitosos que lleven adelante al país durante uno de los momentos más difíciles.

Si Honduras llega a tener un cambio así, en el exterior ya no se hablará solamente de la violencia, pobreza, desigualdad y corrupción del país. Honduras podría ser un destino para inversionistas que generen empleo, incrementen las riquezas del país para mejorar los sistemas de salud y educación, para lograr que personas preparadas no tengan la necesidad de emigrar y puedan laborar y contribuir al desarrollo del país. Si llega un cambio así, personas como mi profesor español no hablarán de la violencia de San Pedro Sula, sino que al saber que soy hondureño me dirán: “Se están haciendo cambios ahí”.

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Daniel Antoine Rivera Rivera es un joven de 19 años, nacido en Suiza, pero de nacionalidad hondureña, que estudió en el Liceo Franco Hondureño y actualmente está cursando sus estudios en ciencias políticas en la universidad de Lille en Francia.

Ha tenido la oportunidad de representar deportivamente a su país en múltiples ocasiones, lo que ha despertado en él un gran orgullo por su tierra, además de la convicción de que con un poco más de apoyo el hondureño puede llegar a realizar grandes cosas. Estas ideas lo han llevado a participar en varias actividades sociales, combinando en muchas de ellas el ámbito deportivo y social. Aspira algún día trabajar en una organismo internacional que le permita hacer el bien por la humanidad, eso sin olvidarse de Honduras, al que desea ver algún día como un país plenamente desarrollado.

Antoine Rivera
Antoine Rivera

Daniel Antoine Rivera Rivera es un joven de 19 años, nacido en Suiza, pero de nacionalidad hondureña, que estudió en el Liceo Franco Hondureño y actualmente está cursando sus estudios en ciencias políticas en la universidad de Lille en Francia.

Ha tenido la oportunidad de representar deportivamente a su país en múltiples ocasiones, lo que ha despertado en él un gran orgullo por su tierra, además de la convicción de que con un poco más de apoyo el hondureño puede llegar a realizar grandes cosas. Estas ideas lo han llevado a participar en varias actividades sociales, combinando en muchas de ellas el ámbito deportivo y social. Aspira algún día trabajar en una organismo internacional que le permita hacer el bien por la humanidad, eso sin olvidarse de Honduras, al que desea ver algún día como un país plenamente desarrollado.

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