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Actualmente estamos viviendo en tiempos de mucha inestabilidad sociopolítica. Estamos viendo como han estallado protestas alrededor del mundo estos últimos años, la mayoría  causadas por desigualdad social y problemas políticos.

Honduras no está sola en su lucha contra la corrupción y autoritarismo. Estos últimos años se han visto los mismos casos en Chile, Venezuela, Hong Kong, Sudan, Yemen, Argelia, Libia, y más recientemente, Estados Unidos. No han faltado los reportes continuos de protestas, incendios, saqueos y muertes, pero a pesar de ello, las causas se mantienen vivas en estos países y su lucha por justicia continúa. ¿Por qué razón entonces no hemos logrado ver un cambio en Honduras? Parece que hemos olvidado por completo los actos de corrupción e impunidad que han sumido a nuestro país aún más en el subdesarrollo. ¿Qué estamos haciendo mal? A diferencia de las protestas en Honduras, los opositores en los países mencionados anteriormente han contado con cobertura mediática, el favor de la comunidad global, y más importante, con el apoyo de sus conciudadanos.

Todos hemos escuchado la expresión “Solo el pueblo salva al pueblo,” en especial si han asistido a manifestaciones. En nuestro caso, esta es la cruda realidad. Honduras no cuenta con una vasta cobertura mediática como Venezuela o Hong Kong, ya que nuestro país no representa un interés relevante internacionalmente. Los medios cubren las caravanas de migrantes y mencionan a nuestro país, describiéndolo como un lugar violento y sin oportunidades, . ¿Estamos solos entonces? Esto depende de lo que consideremos estar “solos.” Los hondureños no necesitamos de nadie más que de nosotros mismos. Si un país tiene la voluntad para crear un cambio, es casi imposible detenerlo. Los políticos corruptos y líderes autoritarios van y vienen, pero la voluntad del pueblo no cambia.

Hay deseo por ver una Honduras en continuo desarrollo. Hay un ardor en nuestra generación por crear un cambio. ¿Entonces qué nos lo impide? ¿Qué nos ha detenido? Es sencillo: la conformidad y la comodidad. Desde que tengo entendimiento sobre lo que es el gobierno, he escuchado “ellos sólo roban” o “todos los políticos son corruptos”. Siempre ha sido de conocimiento general, y no se ha hecho nada al respecto. Desde que estamos pequeños nos han enseñado que el gobierno es un ente corrupto con funcionarios que velan por sus intereses personales. Los acontecimientos de estos últimos años han evidenciado esto. Sin embargo, debemos preguntarnos si esto es verdaderamente normal. Puede que en Honduras lo sea, pero a nivel internacional es inaceptable. Es injustificable pagar impuestos cuando no los vemos reflejados en seguridad, salud ni educación. Hace poco hablaba con unas personas mayores que trataron de invalidar este punto, argumentando que “la ley es la ley, y como ciudadanos debemos hacer nuestra parte”. Eso está bien, pero, ¿qué hay de la parte del gobierno? ¿Por qué estoy obligado a cumplir mi deber como ciudadano, mientras el gobierno no está obligado a cumplir la suya? Ahí encontramos el problema: ellos sí están obligados a cumplir; somos nosotros que hemos normalizado este comportamiento intolerable departe de nuestros funcionarios, y es una mentalidad que se ha ido pasando de generación en generación. Es tiempo de ponerle un alto.

En Estados Unidos, la muerte de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis fue la gota que derramó el vaso. Este acontecimiento fue la chispa que encendió a toda la nación. Actualmente han estallado protestas en más de 750 ciudades. Viendo este ejemplo debemos de preguntarnos, ¿cuál será la gota que derrame el vaso en Honduras? ¿Cuándo decidiremos tomar acción y decir “ya basta”? A continuación, menciono algunos de los casos más infames que hemos tenido durante los últimos años:

  • El desfalco del Instituto Hondureño de Seguridad Social: Está comprobado que el actual presidente Juan Orlando Hernández recibió parte de este dinero para financiar su campaña presidencial.
  • El caso Astropharma resultó en la inadmisibilidad del caso por “falta de evidencia”.
  • El asesinato de la activista Berta Cáceres. 
  • El fraude electoral del 2017.
  • El caso Pandora, con una gran cantidad de legisladores implicados.
  • El hermano del presidente, Tony Hernandez, fue encontrado culpable en Nueva York por conspirar en el tráfico de drogas.
  • La vinculación del presidente con el narcotráfico, señalado por varios implicados.

Estos son sólo algunos de los casos que hemos visto salir impunes en Honduras. Entonces es justo preguntarnos, ¿qué más necesitamos para hacer algo? Este vaso está más que rebasado. Es el deber de nuestra generación hacer lo que nuestros padres y abuelos no hicieron y tomar cartas en el asunto.

Lo que nos ha impedido tomar acción es la comodidad. No queremos salir, ensuciarnos, inhalar gases tóxicos… ¿para qué? He escuchado todo tipo de excusas: “Yo no voy al Seguro Social, no dependo del gobierno, no voy a una escuela pública, ahí ellos que hagan lo que quieran”. La más impactante ha sido “a mí no me afecta”. Este pensamiento egoísta es el que nos ha impedido crear un verdadero cambio en Honduras: “Si no me afecta, no me importa”. Debemos recordar que más del 65% de la población vive en pobreza; dependen del gobierno y sus vidas se hacen más difíciles cada día. La canasta básica en Honduras es una de las más caras de Centroamérica; los precios siguen subiendo, pero los sueldos se mantienen iguales. Los servicios eléctricos y de transporte siguen alzando sus precios y no hay nada que podamos hacer al respecto. ¿Tiene que afectarme a mí para sentir la necesidad de protestar y manifestarme en contra de esta injusticia? Claro que no, es una cuestión de solidaridad. Podemos ver esto en las manifestaciones en Estados Unidos, donde hay gente de todo tipo de antecedentes y niveles económicos protestando por la injusticia cometida contra los afroamericanos por parte de un sistema racista y clasista. ¿Queremos seguir viviendo en un país donde los corruptos gobiernan de manera injusta y salen impunes? ¿No es razón suficiente para manifestarnos y reemplazar este sistema por uno más justo? Nuestra generación no es conocida por callar y bajar la cabeza, así que demostremoslo.

¿Qué debemos hacer entonces? ¿Cómo debemos manifestarnos? Un movimiento se basa en tres factores importantes: unidad, organización y paciencia. Es imprescindible que toda la población apoye la causa sin importar su nivel socioeconómico. Esta lucha no es sólo o de las clases más bajas; le pertenece a todos los hondureños. Si no se cuenta con este apoyo, las manifestaciones se irán desvaneciendo y quedarán en el olvido. Lo hemos visto antes, como con las marchas de los Indignados. Este movimiento estaba organizado, pero hubo división y desapareció sin provocar ningún cambio. Los últimos movimientos fueron severamente criticados y desestimados por su naturaleza violenta— se catalogaron a los manifestantes de “vándalos” y “vagos”. Tenemos que entender que en estas situaciones siempre hay, como dicen, “unos a la bulla y otros a la cabuya”, pero no por eso debemos desprestigiar la causa. Hay que esforzarnos por mantenernos enfocados en lo que queremos lograr. Otro de los factores es la organización. Un movimiento pacífico y bien organizado es más fuerte que un movimiento violento sin estrategias. Contamos con herramientas que las generaciones anteriores no tuvieron, cómo las redes sociales, que son útiles tanto para informar como para combatir la desinformación de los medios alineados al oficialismo. Por último, debemos ser pacientes. El cambio no se crea de la noche a la mañana; debemos ser persistentes y mantenernos firmes en lo que creemos y lo que queremos alcanzar. Si nos desesperamos y rendimos por no obtener resultados inmediatos, nuestra causa será añadida a la lista de movimientos fallidos.

Tomemos el ejemplo de Argelia: este país africano, liderado por un presidente que insistía en perpetuarse en el poder, Abdelaziz Bouteflika,ha tratado de reconstruirse como nación después de una guerra civil que tomó lugar desde 1991 hasta 2002 y que cobró más de 200 mil vidas.  Bouteflika ascendió a la presidencia en 1999 y comenzó a consolidar su poder, liderando una administración manchada por corrupción. En febrero del 2019, anunció sus intenciones de postularse a la presidencia por un quinto periodo. Cabe mencionar que la población de Argelia es de 44 millones de personas y la mitad nació después de la guerra civil, es decir, del 2002 en adelante. Las protestas se organizaron en redes sociales, movilizando a millones de personas a nivel nacional. Se estima que el 1 de marzo del 2019 se manifestaron 3 millones de personas en todo el país, resultando en 183 heridos y cientos de arrestos. Diferentes organismos y grupos se unieron para presionar al gobierno y las protestas no disminuían. A pesar de que Bouteflika anunció que no se postularía, las protestas continuaron, pidiendo la renuncia de los miembros de su administración. Lo que empezó como una protesta pidiendo el retiro del presidente se convirtió en algo más grande. Los manifestantes, en su mayoría millennials, demandaban democracia, libertad y el estado de derecho, atrayendo a más argelinos a la causa. Esta causa resultó en la renuncia del presidente y dos primeros ministros. Sin embargo, esto no se detuvo ahí. Argelia todavía no está conforme; sigue manifestándose. La salida de Bouteflika no fue suficiente. Las elecciones de diciembre del 2019 fueron boicoteadas por la mayoría de la población, ya que argumentan que el nuevo gobierno sigue siendo controlado por las mismas élites. Su lucha continúa hasta el día de hoy.

¿Qué haremos entonces? ¿Cederemos nuestro país para que sea despedazado por criminales? Olvidamos que los funcionarios en el poder tienen autoridad porque nosotros se la otorgamos. Nosotros no trabajamos para ellos, ellos trabajan para nosotros. Este es el momento de alzar nuestras voces, de poner un alto a una clase que se ha alimentado a costa de Honduras por mucho tiempo. Nosotros no somos nuestros padres ni nuestros abuelos, , no nos quedemos callados. Unidos somos imparables. Citando a “V” de la película V for Vendetta: “El pueblo no debería temerle a su gobierno, el gobierno debería temerle a su pueblo”. 

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Tengo 22 años y soy licenciado en Ciencias de la Comunicación y Publicidad de la Universidad de San Pedro Sula. Cofundador y coordinador de Baleada Challenge, un movimiento social cuyo propósito es crear consciencia social en la juventud hondureña. Mi meta es seguir estudiando para prepararme y servir mejor al futuro de mi país.

Andres Alberto Gallo
Andres Alberto Gallo

Tengo 22 años y soy licenciado en Ciencias de la Comunicación y Publicidad de la Universidad de San Pedro Sula. Cofundador y coordinador de Baleada Challenge, un movimiento social cuyo propósito es crear consciencia social en la juventud hondureña. Mi meta es seguir estudiando para prepararme y servir mejor al futuro de mi país.

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