No podemos permitirnos que la crisis sanitaria se convierta en una crisis alimentaria.
En un mundo donde la brecha de la desigualdad se amplía cada vez más es imposible pensar que el mundo pudo haberse preparado para el COVID-19. Que la pandemia sea a escala global es un tipo de justicia. El virus al no reconocer fronteras, ni nacionalidades, ni raza, ni clases sociales, edades o género ha afectado a todos, sin embargo, las consecuencias serán mucho más devastadoras para las economías más débiles. Por esta razón se debe trabajar en la construcción de sistemas económicos inclusivos y justos para todos y todas en todos los rincones del planeta.
De acuerdo con el Informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (2019), elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), alrededor de “2,000 millones de personas en el mundo padecen de inseguridad alimentaria moderada o grave.” Como vemos, la seguridad alimentaria de una gran parte de la población mundial siempre ha estado en riesgo. Sin embargo, la FAO ha hecho un llamado a la calma afirmando que “globalmente, hay suficiente comida para todos.” Pero sabemos que millones mueren de hambre desde mucho antes que surgiese el COVID-19, ¿por qué dejarían de morir? ¿Cómo obtendrían alimento todas estas poblaciones que desde ya hace mucho tiempo atrás han sido excluidas del sistema económico mundial?
La inseguridad alimentaria es definida por la FAO como “la probabilidad de una disminución drástica del acceso a los alimentos o de los niveles de consumo, debido a riesgos ambientales o sociales, o a una reducida capacidad de respuesta.” Las medidas de distanciamiento social, de cuarentena y las restricciones de movimiento afectarán directamente la producción nacional e internacional, esto sumado a la volatilidad de los precios y la desaceleración de la economía global aumentarán la inseguridad alimentaria tanto de las poblaciones que ya eran vulnerables y ahora también a la supuesta “clase media,” que ahora percibe menos ingresos o recientemente se encuentra desempleada.
Aunque es imprescindible dar una respuesta inmediata para contener el virus, vemos que es también inminente que se tomen medidas para asegurar la continuidad de la producción de alimentos. Asimismo, es importantísimo que dichos alimentos sean asequibles para la población, es decir, que se cuente con los recursos económicos necesarios para la compra de los mismos; finalmente, otro aspecto a considerar es la importancia de mantener la cadena de suministros nacional, es decir, toda la logística necesaria a lo largo del proceso que conlleva desde la obtención de insumos, la producción, el procesamiento, la distribución y la entrega al consumidor final.
Esta pandemia es una valiosa oportunidad para reestructurar prioridades. Se puede ver que alrededor del mundo ya se están implementando políticas y programas de protección social con miras en la seguridad alimentaria de su población. Entre algunos ejemplos se encuentran que:
- Armenia ha adoptado políticas para facilitar el acceso a crédito mediante financiamiento o subsidios de intereses, estableciendo cero intereses para préstamos al sector agrícola para potenciar la producción, proveyendo respaldo a las entidades que brindan estos préstamos, y mediante transferencias de efectivo a familias con hijos menores de 14 años.
- China ha desbloqueado los canales de producción y distribución de productos agrícolas.
- India ha establecido regulaciones de transporte e infraestructura para el sector agrícola, y agregó nuevas funcionalidades a su plataforma de Mercado Nacional de Agricultura (e- NAM) para fortalecer el mercadeo de los productos para evitar que los productores tengan que estar físicamente a mercados.
- Brasil está proveyendo un subsidio alimentario a las familias de estudiantes del sector público.
Máximo Toreo, economista jefe y subdirector general del Departamento de Desarrollo Económico y Social de la FAO, señaló que “los gobiernos están lanzando campañas a gran escala contra el coronavirus, y los planes de choque deberían incluir medidas destinadas a disminuir las perturbaciones en las cadenas de suministro alimentario.”
Entre las medidas que el gobierno de Honduras ha tomado en relación con la seguridad alimentaria durante la crisis se encuentran:
- el abastecimiento de alimentos básicos a 800,000 familias por 30 días
- la asignación de 200 millones de lempiras para productores del corredor seco (apenas el 2% del presupuesto asignado al sector sanitario)
- la asignación del bono solidario para proveer insumos a 190,000 productores
- Asimismo, bajo la Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social Frente a los Efectos del Coronavirus se consideraron medidas de refinanciamiento al sector agrícola.
Sin embargo, se debe dar un enfoque mucho más primordial al sector agrícola y logístico, buscando equilibrar la asignación de recursos ya que las medidas son insuficientes para asegurar que toda la población tenga acceso a la alimentación necesaria; esto, en vista de que no aún no hay claridad sobre la duración que tendrán las medidas de distanciamiento social y las restricciones de movimiento.
El sector agrícola es también una prioridad. Es imperativo reconocer que, aunque ya fallamos al no contar con sistemas de salud adecuados, no podemos permitirnos fallar con sistemas de producción y distribución de alimentos deficientes que perpetuarían la crisis y representarían un retroceso en el desarrollo del país.
No olvidemos que cada minuto cuenta, que cada mala decisión o simplemente la inacción puede derivar en la pérdida de miles de vidas, y nos pone a todos y todas en riesgo. No dejemos que pase el tiempo, no podemos permitir que una crisis sanitaria se vuelva una crisis alimentaria.
Cesia Perdomo es egresada de la carrera de Relaciones Internacionales de UNITEC, realizó su práctica profesional en la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington D.C. y participó en el primer curso internacional para el Desarrollo De Indicadores Subnacionales De Competitividad Y Progreso Social llevado a cabo en el CERNTRUM PUCP en Lima, Perú. Es emprendedora social y su visión es poder empoderar a los demás y convertirse en un pilar del desarrollo de Honduras. Ama viajar, leer y hacer hiking. Fue presidente de Club Verde y de Jóvenes Cristianos Universitarios (JCU) en UNITEC. Es miembro de redes como MEWE International, Transforma Joven y Young Leaders of the Americas Initiative (YLAI), ha sido voluntaria en distintas ONGS desde 2014 y ha desarrollado proyectos sociales en temáticas como migración, ambiente y juventud. Actualmente es co-fundadora y Directora General de Honduras Conecta.