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El futuro de Honduras se encuentra en las manos de los jóvenes proactivos, de esos jóvenes que toman el mañana en sus manos y se esfuerzan para asegurarse que este sea un futuro radiante. Jamil Matute es uno de esos jóvenes. Nativo de San Pedro Sula, a sus 24 años es apasionado por la filantropía y busca ayudar a quienes más lo necesitan.

Jamil cuenta que su familia es una que siempre le ha inculcado a ayudar a su prójimo, algo a lo que él ha seguido dando importancia a través de su juventud. Desde su tiempo en la secundaria, se ha dedicado a ayudar en varias fundaciones y proyectos.

Al inicio de la pandemia, se encontró ayudando formando parte de Operación Frijol. Como Community Manager, Jamil se mantenía al tanto con grupos que buscaban ayudar. Trabajó coordinando ayuda y encontrando oportunidades de apoyo, manteniéndose al tanto en redes sociales. Cuando Operación Frijol hizo la transición a Operación Eta, su rol dentro de la organización cambió. Al enfrentar la amenaza de los huracanes, Jamil tomó un rol más activo y directo. Sus días eran largos, pasando la mayoría de su tiempo coordinando tiempos de comida y donaciones para albergues. 

Al darse cuenta de la enorme cantidad de personas necesitadas que no estaban en albergues, Jamil también buscó distribuir parte de la ayuda a quienes no tenían refugio. Sus días no tenían la estructura de la de muchos voluntarios que coordinaban ayudas en albergues. Envés, Jamil pasaba muchos días sin plan, simplemente llevando ayuda tras puentes y carreteras. Esta ayuda muchas veces se centró en Chamelecón, Choloma y La Lima. 

Jamil comparte lo gratificante que es ayudar, lo significante que es saber que sus esfuerzos han tenido un impacto en las vidas de otros hondureños, esos momentos donde realiza que vale la pena esforzarse para ayudar a pesar de los obstáculos que puedan surgir.

Durante la trayectoria del proyecto, Jamil enfrentó bastantes obstáculos no solamente como miembro del equipo pero también a nivel individual. En varias ocasiones se propuso a repartir donaciones solo, ya que habían ciertas áreas del país que no estaban siendo cubiertas, especialmente en la noche cuando los otros voluntarios regresaban a casa y la gente necesitada se quedaba sin cenar. En estos casos, la delincuencia fue el impedimento más grande a la bondad de Jamil. 

Cuando Jamil iba a hacer entregas junto a alguien encargado de las donaciones del área, enfrentaron graves problemas con la delincuencia. Un día le entregaban donaciones a un grupo, y el día siguiente al otro, y a pesar de hacerlo de esta manera para ser justos con todas las personas, algunos se enfadaban con los voluntarios por ‘no escoger un lado’, por decirlo así. 

Un día, en la misma calle donde Jamil repartía donaciones, un hombre le apuntó con una pistola. “Decidite si sos de allá o de acá”, le dijo a Jamil, obligándolo a salir de su automóvil y amenazándolo a muerte. Afortunadamente, después de los minutos más aterrorizantes de su vida, Jamil fue rescatado por un policía que llegó y resolvió el asunto. “Creo que ahí, solamente Dios”, dice Jamil sobre el incidente.

Esa fue la penúltima vez que Jamil fue voluntario en ese sector. No por falta de deseo, pero porque desgraciadamente, para la muchacha con la que él trabajaba en cercanía, la amenaza de muerte sí se cumplió. Estas son las condiciones en que vivimos en nuestro país. En momentos de crisis, claro, hay mucha solidaridad, pero también hay mucha injusticia y violencia, la raíz de ese mal siendo el egoísmo. ¿Cómo es posible que vivimos en un país donde personas inocentes, justas, que ayudan a otros por la simple bondad de su corazón, son asesinadas sin razón? ¿Son depravadas de su derecho a la vida por el egoísmo de otros? Es IMPERATIVO que llamemos atención a la gravedad de estos problemas; que aumentemos la conciencia del público en cuanto a la violencia que todavía prevalece en nuestro país.

A pesar de haber enfrentado obstáculos tan graves, Jamil ha podido continuar ayudando junto a sus amigos y el equipo de Operación Frijol, y anima a más jóvenes a ser voluntarios. A pesar de todas las dificultades de nuestro país, dice que no debemos tener miedo, porque la necesidad es muy grande y el voluntario muy necesario. “En estos tiempos de crisis es donde vemos de qué estamos hechos los jóvenes de Honduras”, dice Jamil. “Definitivamente todo depende de nosotros, los jóvenes, porque somos los que vamos a cambiar el país”. 

Añade que no necesitamos dinero para poder ayudar… lo que necesitamos es tener un buen corazón, la valentía, y el agrado por ayudar a otras personas. “Ya lo demás vendrá por añadidura”.

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Adriana Salem
Adriana Salem
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