En Honduras, la mujer es silenciada. Por dieciocho años viví en San Pedro Sula, Honduras y por dieciocho años, mi voz fue silenciada.
Tuve el privilegio de ser parte de una familia primordialmente matriarcal. Me vi rodeada de modelos a seguir, ya sea por mi abuela, mis tías, mis primas o mi propia madre. La mujer siempre fue y será siendo una figura primordial dentro de la casa.
No obstante, esa no es la realidad de nuestro país.
Mujeres son silenciadas todos los días ya sea en la política, en el sector privado o en el activismo social. Vivimos en un mundo de hombres donde las ideologías machistas prevalecen a pesar de sus orígenes primitivas. Las mujeres constituyen el 52 por ciento de la población hondureña; sin embargo, estadísticas reflejan que todavía existe un alto grado de exclusión en perjuicio de las mujeres.
En la esfera política, la mujer sigue ocupando un papel marginal a pesar de los 64 años que han pasado desde que se les concedió su derecho a elegir y ser electas. Desde 1954, solo dos mujeres han logrado llegar a la candidatura presidencial (Nora de Melgar, 1997, y Xiomara Castro, 2013) pero no alcanzaron ser presidentas. Asimismo, la participación femenina en el Congreso sigue siendo relativamente baja, con un 25.8 por ciento para el período 2014-2018.
El Centro de Derecho de Mujeres (CDM) es una organización hondureña que está al mando de la lucha por los derechos humanos de las mujeres en Honduras. Según sus investigaciones relacionadas con la justicia laboral de las trabajadoras de las maquilas en Honduras, de los 785 casos individuales que CDM representó entre 1998-2014, el 55 por ciento de las mujeres denunciaron casos por falta de estabilidad/pago en sus sitios de trabajo.
Pero se puede decir que el caso de Berta Cáceres ha sido de mejor ejemplo del intento de silenciar a la mujer. Cáceres, una ecologista conocida en el país, era líder de la comunidad indígena lenca y prominente defensora de los derecho humanos. Ella organizó al pueblo lenca en contra de la represa de Agua Zarca. La campaña logró que el constructor más grande de represas a nivel mundial, Sinohydro, retirara su participación en el proyecto asimismo como el abandono de la iniciativa por parte de la Corporación Financiera Internacional, institución del Banco Mundial. La lucha le valió el Premio Medioambiental Goldman en el 2015, el máximo galardón para activistas de medio ambiente a nivel mundial. Sin embargo, fue asesinada en su propia casa en marzo de 2016. El lamentable asesinato fue sujeto de noticias alrededor del mundo y organizaciones internacionales como el Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos condenaron el asesinato.
Soy ciudadana de un país que apenas hace un año, fue proclamado uno de los países más peligrosos para la mujer. Según el monitoreo de prensa escrita a nivel nacional en el año 2017, de los 592 artículos publicados acerca de la violencia contra las mujeres, el 36.3 por ciento fueron sobre muertes violentas donde el 71.9 por ciento de los casos fueron muertes violentas realizador por un agresor masculino. ¿Es así como queremos vivir? Es así que debemos dejar las cosas? No. Este es el momento preciso para reclamar nuestros derechos–derechos políticos, económicos y sociales.
Se puede decir que en la sociedad hondureña existe un fuego, donde las ideologías de machismo e inequidad de género azotan todo a su alrededor incluyendo la mujer– es por eso que la mujer debe ser el fénix que renace de sus propias cenizas.
Para evitar la marginalización de la mujer en la sociedad, es esencial que se comience a internalizar el hecho que somos las dueñas de nuestro propio destino y debemos enfocarnos en las cosas que están bajo nuestro control, como nuestras acciones y actitudes. Debemos ejercer nuestra habilidad de expresar nuestras opiniones de una manera constructiva y ser firmes nuestras creencias. Asimismo, el hombre debe darle a la mujer una oportunidad y un espacio donde sus voces serán escuchadas y tomadas en cuenta. Es indispensable que el término “igualdad” no sea otro valor que aprendemos pero que también sea un hábito que ponemos en práctica en nuestro día a día.
El aporte de la mujer hondureña es invaluable y muchas veces menospreciado. Tengamos por ejemplo a mujeres como Berta Cáceres, Visitación Padilla, Maribel Lieberman, Neida Sandoval que ponen el nombre de Honduras en alto. No dejemos que los aportes de la mujer en nuestra historia sean invisibilizadas nuevamente. Muchas veces encontramos el nombre de nuestra Honduras en los periódicos por los motivos equivocados, y fallamos en reconocer lo bueno que sale del país.
No dejemos que los intentos de silenciarnos logren impedir que volvamos a nacer de nuestras cenizas.
Eva Lardizabal es escritora para El Milenio, tiene 20 años y actualmente estudia Ciencias Políticas con una concentración en Relaciones Internacionales en la Universidad de Pennsylvania en Philadelphia.