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Me levanto todos los días a las seis de la mañana. Lo primero que pienso todas las mañanas es en los quehaceres de la casa; la limpieza, la cocina y después en mi trabajo. Mi madre y mis hermanas le preparamos el desayuno a mi padre y a mis hermanos. Mientras me arreglo para ir a la oficina, tengo en mi cabeza opciones en qué atuendo usaré. No puedo usar una falda o un escote porque mi jefe y mis compañeros de trabajo pensarán que me gané mi puesto por mi físico y no por mi capacidad como profesional. No me arreglaré mucho el pelo y tampoco me pondré mucho maquillaje porque sé que a los hombres les gustan las mujeres “naturales”. Pero al mismo tiempo me siento insegura porque el tipo de mujeres que les gusta a los hombres hoy en día tienen el cuerpo y la cara de celebridades de revista.

En camino a mi trabajo, uso el transporte público. Hombres me voltean a ver y me dicen comentarios acerca de mi físico. Comentarios inapropiados y no deseados. Me veo en el espejo otra vez y me pregunto, “¿por qué dirán eso si ando cubierta de pies a cabeza?” 

Llego a mi trabajo donde mis compañeros hombres ganan más que yo, debido al miedo que un día llegue a embarazarme y le toque a la empresa pagar mimaternidad. Tal vez piensan que como soy mujer puedo ser muy emocional o soy menos capaz de realizar mi trabajo a comparación con mis colegas hombres. De vez en cuando tengo que escuchar comentarios machistas y sexistas, pero no puedo contradecirlos porque me miraría como una insolente.

Llega el fin de semana y me reúno con mis amigas en una discoteca. Ando arreglada más de lo usual, ando puesto una minifalda y una camisa que enseña mi ombligo. Un hombre se me acerca y me invita a un trago. Me susurra cumplidos acerca de cómo me miro, pero no le interesa mucho lo que digo. Me agarra la mano y la espalda y me da un beso. No puedo decir que no porque debería de estar agradecida que un hombre me de este tipo de atención. En dos horas me siento intoxicada por el alcohol que él me estaba regalando. Me lleva a mi casa y las cosas empiezan normal, pero después de decirle que no, él se pone violento. 

El día siguiente siento un dolor en mi estómago, y no me puedo acordar de nada de lo que pasó la noche anterior. Decidí ir a comprar una prueba de embarazo y resulta que estoy embarazada. Llamo a mis amigas y me dicen que no pueden hacer nada, ya que fue mi decisión ingerir alcohol e irme a la casa con él. Dicen que fue mi culpa. Pero no quiero estar embarazada. Corrí al hospital para solicitar un aborto o una pastilla del día después para solucionar el problema. Las enfermeras me dicen que ambas cosas son ilegales y que mi única solución es tener el bebé. Mis manos estaban atadas. Inmediatamente decidí hablar con el padre y me dijo que no iba a responsabilizarse por lo que pasó. Me dice repetitivamente que fue mi culpa y que si no quería que me pasaran esas cosas, no tuve que andar vestida provocativamente en lugares públicos. Empecé a llorar desconsoladamente; me di cuenta que estaba sola. 

Esta no es mi historia pero es la realidad que vive la mujer hondureña todos los días. En Honduras es peligroso ser mujer. El Estado no protege nuestras vidas, si no es cómplice de un sistema patriarcal y machista. Nos oprime y nos violenta nuestros derechos. Solo en el 2020, el Centro de Derechos de Mujeres de Honduras reportó 278 muertes violentas de mujeres. El 8 de febrero del 2021, perdimos a una hermana, Kelsey Martínez, tras ser asesinada por La Policía Nacional. El Estado nos está matando pero esta vez no nos vamos a silenciar. Este relato es para todas esas hondureñas que han sido víctimas de cualquier tipo de abuso y de femicidio. Ni una menos.


Nota: Las palabras contenidas en el presente artículo representan exclusivamente la opinión de la autora. El Milenio es una organización no partidaria y sin afiliación ideológica.

Sofia Altamirano
Sofia Altamirano

Sofía Altamirano tiene 24 años y egresó de la carrera de Relaciones Internacionales (con orientación a diplomacia) en el año 2019 en UNITEC SPS. Trabaja en el sector público como un enlace entre organizaciones internacionales y las instituciones públicas. Considerada una feminista, Sofía se enfoca en defender los derechos de la mujer al igual que los derechos humanos.

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