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“Si te pones a pensar, la libertad no tiene propiedad.”

Éstas son las palabras que tanto me chocaron cuando las escuché por primera vez en mi canción favorita de Juanes, llamada “Odio Por Amor”. 

Cuando discutí el significado de esta frase con mi papá (quien en mis ojos es la persona más sabia del Mundo), él interpretó la frase como decir que nadie tiene el derecho de expropiar a otra persona de su libertad.

La libertad y la propiedad son de los derechos más innatos que tiene todo ser humano desde el segundo en que toma su primer aliento; son derechos muy propios que nadie nos puede quitar. Sin embargo, esto no aplica bajo las condiciones de las reglas del comportamiento social, razón por lo cual existen las leyes.

Por ende, la existencia de las leyes – y la del encarcelamiento como consecuencia de su violación – sirve como refutación a la letra de Juanes. Sin embargo, mi interpretación personal y el contexto del resto de la canción me hacen creer que la letra del colombiano no se refiere a política.

En Honduras existen dos tipos de cárceles: la que tienen todos los países, con rejas y candados, y la que la sociedad catracha instaura con sus prejuicios y criticismos. Esta última no es de orden físico, sin embargo, igualmente expropia nuestra libertad. 

Es dirigida, no por la facultad de un gobierno, sino por los estándares y las expectativas sociales. Se alimenta de nuestro miedo a ser juzgados; del temor a convertirnos en los hazmerreíres de nuestra pequeña sociedad. Nosotros fortalecemos sus rejas y apretamos sus candados al complacer las expectativas de los demás en vez de las nuestras, y al aparentar ser alguien que no somos. 

Al editar tu cuerpo para subir una foto en Instagram…

Al comprarte los zapatos que todo el mundo está usando…

Al hablar mal de una persona solo porque los demás lo hacen… 

Te estas expropiando a vos mismo de tu derecho a la libertad. 

Al escoger una carrera basada en lo que te va a generar dinero y no en lo que te apasiona…
Al ocultar tu orientación sexual porque la homosexualidad todavía es un tema tabú en nuestro país…


Al obligarte a ser católico solo porque tu familia te lo inculcó así y temes decepcionarlos al cambiar  – o carecer – de religión…
estas demostrando que tu libertad tiene propiedad, y el dueño es la sociedad “mente cerrada” que te rodea. 

La vida es muy corta como para vivirla complaciendo las expectativas de los demás a costa de las tuyas. Es muy corta como para irte a estudiar a los Estados solo porque “es lo mejor”, sólo para regresarte a Honduras a hacer nada con tu licenciatura. Es muy corta como para gastar tu dinero – o el de tus papás – para impresionar a la gente, en vez de gastarlo en viajar por el Mundo u otra cosa que te apasiona.

Es muy corta como para ser parte del afortunado 1% de nuestra sociedad, y quedarte con los brazos cruzados ante cuestiones que podes influenciar por lograr el mayor bienestar para todos.

Hoy los invito a que dejemos de aparentar ser lo que no somos, a que dejemos de temer lo que van a decir los demás si tu estilo de moda es diferente, o si tus fotos en redes sociales demuestran tus imperfecciones. A pesar de todas nuestras quejas sobre la constante condición crítica de Honduras, por lo menos nuestro país nos permite la libertad de expresión, un derecho muy preciado que desafortunadamente no todos los países tienen. Los invito a que aprecien el valor de ese derecho, a que se adueñen de su originalidad. Al fin y al cabo, el Mundo no progresa por aquellos que complacen las normas sociales, sino por los que se arriesgan a ser sí mismos a pesar de sentirse aislados. Es inevitable que la (necesaria) existencia de la encarcelación nos despoje de nuestra libertad física, pero sí podemos controlar y practicar nuestras otras libertades. En una sociedad donde todos quieren ser iguales, tomemos control de nuestra libertad simplemente siendo nosotros mismos.

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Alessandra Mayr forma parte del equipo de colaboradores para El Milenio como escritora y correctora de pruebas. A sus 21 años, ha vivido en Honduras, Texas y Florida. Actualmente está completando su cuarto y último año en la Universidad de la Florida, donde está obteniendo un bachillerato en relaciones públicas con una concentración externa en el español. Considera los estudios de comunicación como fundamentales para traer a la luz los temas urgentes en Centroamérica que muchas veces pasan desapercibidos, y deben ser comunicados al resto del Mundo. Su objetivo es usar su éxito en el exterior para un día regresar a Honduras y ayudar a la gente que más lo necesita, específicamente los estudiantes de escuelas públicas y la noble comunidad del Zamorano. Su pasión por la naturaleza también la incita a hacer esfuerzos para proteger los bosques y parques nacionales de Honduras. Se motiva por seguir el legado de su abuelo, Paul Vinelli, al hacer trabajo social en el país para avanzar su progreso.

Alessandra Mayr
Alessandra Mayr

Alessandra Mayr forma parte del equipo de colaboradores para El Milenio como escritora y correctora de pruebas. A sus 21 años, ha vivido en Honduras, Texas y Florida. Actualmente está completando su cuarto y último año en la Universidad de la Florida, donde está obteniendo un bachillerato en relaciones públicas con una concentración externa en el español. Considera los estudios de comunicación como fundamentales para traer a la luz los temas urgentes en Centroamérica que muchas veces pasan desapercibidos, y deben ser comunicados al resto del Mundo. Su objetivo es usar su éxito en el exterior para un día regresar a Honduras y ayudar a la gente que más lo necesita, específicamente los estudiantes de escuelas públicas y la noble comunidad del Zamorano. Su pasión por la naturaleza también la incita a hacer esfuerzos para proteger los bosques y parques nacionales de Honduras. Se motiva por seguir el legado de su abuelo, Paul Vinelli, al hacer trabajo social en el país para avanzar su progreso.

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