El primer hecho que se debe establecer antes de abordar este tema es que, en el caso del ser humano, todas las personas pertenecemos a una sola especie: la humana. Por ende, las razas no existen. Es un constructo social que ha servido para denotar o diferenciar entre las características biogenéticas, evolutivas y de adaptación entre las etnias o grupos sociales. Es un concepto que ha sido aprovechado durante siglos para manifestar supremacía o segregar a sociedades enteras.
Honduras es una sociedad compuesta en un 90 % de su población por mestizos, 7 % indígenas, 2 % por negros y el resto por otros grupos étnicos como los palestinos, chinos y europeos (The CIA World Factbook 2018). Resulta interesante encontrar que gran parte de su población se autodefine como “no racista”, un hecho que puede ser distinto entre la autoconcepción y la realidad.
En las últimas semanas, las redes sociales se han visto inundadas de contenido generado por indignación detonada por la muerte de George Floyd en los Estados Unidos a manos de la policía del Estado de Minnesota. La gente se ha manifestado en contra de la brutalidad policial, especialmente la que han sufrido los afroamericanos por estigmas que no se han logrado abolir a través de los siglos.
Este hecho generó que muchas personas, a través de sus perfiles sociales, manifestaran su indignación ante lo sucedido. Un comentario que me llamó particularmente la atención decía: “Gracias a Dios en Honduras esto no pasa. No somos un país racista”.
Este comentario tuvo muchas respuestas de apoyo, quizás porque en Honduras no es común ver a un afrodescendiente ser brutalmente golpeado hasta la muerte por la policía sólo por su color de piel. No obstante, esto es la evidencia de la realidad social en la que vivimos: muchas personas creen que el “racismo” sólo se da en contra de las personas negras y que solo proviene de personas blancas. Lo demás sólo es “humor inofensivo”. Si se trata de otro grupo étnico, como los latinos o chinos, en Estados Unidos o Europa, por ejemplo, es algo llamado discriminación.
Esta disparidad en el concepto quizá se deba al erróneo uso de la palabra “racismo” para definir la discriminación por origen étnico, y que debemos dejar en desuso porque, como se enunció al inicio, la raza humana es una sola. Quizás de esta manera podemos movernos hacia una sociedad que no discrimina con base en diferencias en el color de nuestra piel, y que ve a todos por igual.
Si lo vemos históricamente, el mestizaje en América se dio por la mezcla entre colonizadores europeos y aborígenes del continente americano. El proceso de conquista empezó a marcar las primeras diferencias sociales y cimentó los primeros conceptos de discriminación y supremacía.
Siendo los colonizadores los que impusieron su lenguaje, sus leyes, sus tradiciones, su religión y su forma de gobierno, consciente o inconscientemente impusieron también la primera idealización de la supremacía blanca.
Aquel que fuera como ellos, gozaría de derechos y poder. Sin embargo, así como el mestizaje fue aflorando, el concepto de poder fue filtrándose. Las élites económicas vieron en el mestizaje una forma de perder privilegios ya que los hijos de blancos debían tener derechos de blancos. Modificaron las leyes para beneficiar sólo beneficiar a los hijos de ambos padres blancos, y esto fue forjando el concepto de supremacía en aquellos que veían en el hombre “puro” blanco los beneficios del poder.
Este concepto ha jugado un rol muy importante en el desarrollo de la sociedad actual. La admiración que se tiene hacia las personas blancas está bastante arraigada.
La gente usa frases como “mejorar la raza” cuando alguien se empareja con otra persona de aspecto genético blanco. También, de manera más natural nace un elogio de belleza hacia un bebé blanco que hacia cualquier otro.
“Las mujeres más bellas de Honduras provienen de Santa Bárbara” rezan muchos halagos orientados hacia la naturaleza blanca de las personas oriundas de este departamento. Estas expresiones, por inofensivas que parecen, fortalecen la discriminación hacia los otros grupos étnicos.
No es extraño escuchar expresiones como “indio” para referirse de manera despectiva a alguien que ignora algunos conceptos básicos. O “anti-indios” para decir que algo requiere de una comprensión más elaborada. “Botar el monte” como forma para despojar a alguien de su naturaleza campesina ligada a los pueblos indígenas.
El ex Relator especial de las Naciones Unidas contra el Racismo, la Discriminación y la Xenofobia y formas conexas de Intolerancia, Doudou Diène, quien visitó Honduras en 2004, concluyó que en Honduras sí existe el racismo.
Afirmó que las principales manifestaciones de discriminación se reflejan en los bajos niveles de atención en salud, educación, vivienda, empleo y marginalización de los grupos étnicos en Honduras. Las regiones más empobrecidas de Honduras coinciden casi perfectamente con el mapa de las regiones en las que habitan las personas que pertenecen a los grupos étnicos.
Aunque no encontremos la relación directa, la discriminación que usamos en el lenguaje con nuestras expresiones, riega el gran árbol de la segregación que sufren los grupos étnicos en el país. Con su sombra, nos impide ver la realidad y nos hace creer que la condición de pobreza la tienen por culpa propia; nos impide buscar la forma de cambiarla.
Dígase a sí mismo que usted es inferior que los demás durante varios años y acabará creyéndolo. Mucha gente se percibe inferior porque durante siglos ha sido oprimida por un sistema que nunca los ha visto como una parte igual e importante de la población.
La simpatía que gozan muchas personas se ve orientada, en muchas ocasiones, hacia el caudal económico y no tanto hacia el origen étnico, poniendo conceptos como el esnobismo sobre la mesa, la cual también es una realidad que nos hace discriminar.
Si se reflexionaran y discutieran un poco más estos hechos, quizás podríamos algún día cambiar nuestras expresiones y nuestra realidad; ser más justos, más equitativos y celebrar nuestras diferencias como seres humanos antes de convertirlas en motivo de odio y brutalidad. Las personas tienen valor por su condición humana, mucho más allá de su color y de sus características físicas.
Antonio Rodriver es un joven hondureño apasionado por el aprendizaje y la labor social. Siempre ha soñado con ver a su país, Honduras, verdaderamente libre y próspera, con una sociedad más consciente y empoderada. Este sueño es el que lo ha motivado a involucrarse en actividades sociales y a aprender de la historia de Honduras y el mundo para usarlas de herramientas para el cambio.