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Si hay algo bueno sobre los momentos de crisis extrema, es que sacan el lado más solidario de nuestra sociedad. El lado empático, compasivo, y lastimosamente, poco visto. Los tiempos de crisis nos recuerdan que siempre hay algo que podemos hacer para ayudar. Siempre tenemos ese poquito de ropa extra que ya no usamos, o esos 15 lempiras que donarle a una caridad, o esas papas fritas (que compraste por pura gula) que el niño del semáforo necesita mucho más que vos. Pero lo que German Bú tuvo cuando los huracanes Eta e Iota pegaron en Honduras, fue un nivel de dedicación imparable. 

German Bú, un joven de 19 años quien estudia comunicación audiovisual y publicitaria en UNITEC San Pedro Sula, se esmeró en ayudar a docenas de familias al coordinar sus rescates por lancha. Hoy decidimos destacar sus esfuerzos como un ‘héroe de Eta/Iota’, porque sus actos fueron, en efecto, heroicos.

El deseo de querer ayudar a los demás es algo que Bú siempre ha tenido presente desde pequeño. “Yo nunca fui una persona de jugar”, dice Bú. Al contrario, “cuando recibía juguetes los regalaba en la escuela”. Nunca ha estado acostumbrado a ser el centro de atención, sino a enfocarse en aquellos que le rodean. El hecho de haber sido un “scout” también ayudó a convertirlo en la persona filantrópica que es ahora, ya que le enseñó a servir al prójimo sin importar quien sea o como se ve, a no tenerle miedo a los extraños, y a destacar partes de él mismo que no conocía.

Esta cualidad le fue muy útil durante este fin del 2020. Con la llegada de los huracanes, cuyas consecuencias fueron catastróficas (por decir lo menos), Bú se sobreextendió al ayudar a rescatar a personas de las ominosas aguas que ascendían a su alrededor, eventualmente fundando su proyecto principal, Misión Eta HN.

Misión Eta HN dio a luz en los primeros días que el huracán Eta llegó a la zona norte de Honduras. Lo que empezó como un proyecto para la ayuda inmediata de los familiares de German floreció en un proyecto para la comunidad hondureña.

Todo empezó dos días antes de la llegada del huracán. German estaba consternado por su familia que vivía en La Lima. Según los medios, el Valle de Sula sería severamente afectado.

Antes de que empezaran las lluvias, German habló con su abuela para que pudiese relocalizarse a un área segura. “Después se puede poner feo”, le decía a ella, pero ella no creía que fuese a pasar algo peor. “Son solo lluvias” respondía.

Eran las 5 de la mañana del día siguiente y German se encontraba acostado en el lecho de su cama sin sueño. Una amiga de él, que se caracteriza por su empatía, lo llamó en medio de un ataque de nervios. Ella tenía un mal presentimiento.

Dos horas después llegó la madre de German a su cuarto, y en medio de su llanto exclamó: “¡Mi mamá, mi mamá!”. German, juzgando por el rostro de su madre pensó en lo peor. “¿Qué pasó con mi abuela?”, preguntó.

Su madre le explicó que el agua en la casa de La Lima estaba entrando a la planta de arriba. Ambos estaban preocupados, especialmente por la abuela y por el tío, quienes sufren de diabetes. El tío, Alfredo, necesitaba de las insulinas que se encontraban en el primer piso, y que corrían el riesgo de calentarse y arruinarse debido a la falta de electricidad.

En ese momento de impotencia fue cuando Bú pensó, “Si yo estoy así, cuántas personas, cuántas familias, están igual o peor que yo?” Quizás lo más admirable de German es que, en la desesperación de no poder ayudar a su familia, se detuvo a pensar en como ayudar no solamente a ellos pero a los demás; a personas que ni conocía. Son pocas las personas que tienen la cualidad de carecer totalmente del egoísmo. German es una de ellas.

Fue entonces cuando sus amigos, y los de la asociación de su carrera, pusieron manos a la obra. El primer contacto con las personas con lanchas para gestionar el rescate de su familia se estableció.

Al ir a La Lima, German vio muchas casas completamente inundadas y a sus residentes montados en los techos esperando ser rescatados.

Una señora de 60 a 65 años de edad impactó a German más que nadie. Cuando él entró a su casa, ella se quebró en llanto. “Lo perdimos todo”, dijo mientras sollozaba. German  tampoco pudo contener las lágrimas. “Uno no piensa en estas cosas. Decimos ‘por lo menos hay vida’ pero esas casas también son el trabajo de toda una vida”, nos expresa Bú.

Después de ver tanta agonía, German sintió aún más necesidad de seguir su trayectoria. Declaró a sus amigos que volvería al día siguiente para ayudar a más personas.

Y así empezó la misión. German y su grupo coordinaron algunos de los primeros rescates y las primeras donaciones de ropa, zapatos y abastos en el área. Además, entregaron 16 galones de gasolina y 12 botes de aceite a las personas de La Lima ese día. Otras áreas nortes que Bú y sus colaboradores ayudaron son Villanueva, Progreso, y parte de Choloma.

Al tercer día, la Cruz Roja le recomendó a German que no continuara sus labores en la zona porque estarían haciendo control de daños, incluyendo sacar cuerpos de difuntos. Así que el grupo decidió ayudar en los albergues. Gestionaron una lista de las personas albergadas para facilitar el encuentro de las personas desaparecidas, y coordinaron las comidas y víveres con los encargados de los albergues.

Misión empezó como una ayuda para mi familia y terminamos haciendo algo más grande: ayudar a los demás”, confiesa German. Él está sumamente agradecido con el apoyo de todos, dentro y fuera del país, y dice que parte de quien es hoy se lo debe a sus amigos, porque son personas de calidad con las mejores intenciones y con corazones de oro.

Al interrogar a Bú sobre cuál fue el obstáculo más grande de su proyecto, dijo que fue, y sigue siendo, el impedimento de las organizaciones dentro del país que intentan recibir las donaciones y entregarlas ellos mismos. “Es un caos”, dijo Bú. “Parte de las donaciones sí llegaron, pero otra parte se las llevaron a otro albergue. Ya teníamos contabilizadas las frazadas para el primer albergue y aun así se llevaron parte.” Por esto, gran parte de ese albergue quedó sin frazadas y colchonetas.

Al comienzo, fue difícil para Bú mantener la cabeza fría en situaciones críticas, pero sabía que el primer paso era el orden. El grupo empezó a distribuirse los trabajos de cinco en cinco. Se formaron grupos para la coordinación de los rescates, la gestión de donaciones y la administración de finanzas. German nos recuerda que para liderar un proyecto así, lo más importante es tener presente el propósito del por qué lo estás haciendo: para ayudar a tu comunidad. “Antes que líder, sos ciudadano, sos hermano, sos colega, sos compatriota”, agrega.

Al recibir reacciones tan positivas por sus acciones, el grupo planea convertir Misión Eta HN en un proyecto a largo plazo, quizás en una ONG.

La prioridad de la organización por los momentos es ayudar a los damnificados. Sin embargo, están conscientes que debido al COVID-19 y a los huracanes, las fuentes de empleo y la salud mental de las personas se han visto sumamente afectadas. Es por eso que quieren recrear a Misión Eta con el propósito de ser ese vínculo para los perjudicados, tanto en el área laboral como en el psicológico.

“Tenemos que darle prioridad a la salud mental”, dice German. Con todo lo que ha pasado, es natural que las personas necesiten acompañamiento psicológico, y de esto mismo se encargará la organización.

Igualmente quieren empezar una campaña de alfabetización para las personas en los albergues, ya que muchos no saben leer ni escribir.

German quiere que como jóvenes hondureños recordemos que siempre debemos hacer las cosas por el bien común y no por motivos personales. Ponernos en los zapatos de los demás nos da la seguridad que estamos haciendo algo para el futuro de Honduras, expresa él.

Bú agrega que, sin importar las circunstancias, dónde estemos o qué tan mal nos encontremos, siempre y cuando tengamos ese rayito de esperanza las cosas florecen de forma grata. Para finalizar, nos comparte un dicho que nos deja con mucho por reflexionar: “los frutos de la adversidad siempre van a ser los más dulces”.

Así que jóvenes: ayuden a su prójimo, lideren con el corazón, y sobre todo, no cedan en su criterio.

Liz Bulnes
Liz Bulnes

Liz es la subdirectora editorial de El Milenio. Actualmente realiza sus estudios de periodismo y ciencias políticas en la TU Dortmund, Alemania. Consciente del estado actual de la libertad de prensa en Honduras, ella aspira a ser una voz para la sociedad hondureña y luchar ante la corrupción, opresión e impunidad. Asimismo, anhela hacer una diferencia en los sectores de comunicación y educación pública del país.

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