Una pregunta, para muchos, abierta con paradigmas amplios de soluciones, para otros, cerrada con escenarios fácticos, sin embargo, habrá que dejar los intereses ideológicos a un lado y evitar la segmentación que éstos hacen en cada uno de los hondureños. Iniciaré contextualizando la idea general de política, para llegar al paradigma de la temática, que permitirá dilucidar de manera eventual o total las posibles respuestas a la pregunta.
La política, iniciando su concepto histórico, como ya muchos saben, tanto del latín (polīticus) como del griego (politikós), recaen como el proceso o la toma de decisiones que impactan o inciden sobre otros, a los cuáles, de manera generalizada han otorgado la potestad o legitimad para realizar tal acción; una de las primeras determinaciones del poder, quizás la fundamental, es la de ser relación social. Así como el ser humano es por naturaleza greagario/social, es así la realidad estructural del país en la actualidad.
Acercando tal realidad, al contexto hondureño, si bien, la política, desde antes de la organización de un “Estado” Libre, Soberano e Independiente, desde 1838, iniciando con su proceso en 1821, ha tenido, por el poder político, diversos deslaves, desde la institucionalización del Estado, como del papel de los ciudadanos que hemos compuesto el país, sea de manera organizada o no, pero hemos sido el activo principal del Estado Hondureño y aquí, donde inicia el debate.
La dirección de la política hondureña, muchas veces (sino siempre), ha sido delimitada por los grupos de poder o élites, pudiendo tomar teorías como las de Pareto, Mosca o Michels en este último aspecto, pero, que han controlado el rumbo tanto de la institucionalización del país como del Estado (contando ya al gobierno hondureño).
El Estado hondureño, de cara a su realidad preocupante, que polariza la sociedad, a nivel colectivo como organizado en pequeños núcleos, continúa como parte importante en la acción de institucionalizar, reformar y modernizar a la sociedad misma. Es organización imperfecta, claro está, pero factible de dotarse de mayor racionalidad. La convivencia humana de los nacionales del país, nos enfrentamos más a desafíos que ponen a prueba nuestra capacidad de innovación, creación, reproducción y sobrevivencia. Como menciona Ricardo Uvalle (1996) en uno de sus textos, “como nunca, las acciones públicas y sus correspondientes escenarios políticos exigen creatividad para ser gobernados y administrados con inventiva”.
Si bien, la libertad, en el total de la capacidad de agencia de la persona no es coartada en su generalidad, la vida pública no es ajena, a lo que acontece en los sectores económicos del país, en la estructura de las organizaciones sociales y en el funcionamiento de otros gobiernos. A la manera del universo donde rige el principio de causalidad, la sociedad y el Estado rearticulan sus relaciones para dar cabida a las energías que nacen con el oleaje de los cambios
El sistema de vida que en la actualidad predomina en el planeta ofrece otra conformación al poder, la política en consonancia al poder, que es necesario para la toma de decisiones a nivel de una comunidad o sociedad. No al poder en abstracto, sino del que se genera en los marcos de la competencia, las contradicciones y los ajustes que reencauzan las conductas públicas.
A pesar de que vivimos en un contexto de la nueva gobernanza pública, el Estado, ha quedado muy atrasado en otros paradigmas de administración, lo que ralentiza la dinámica en la construcción e innovación social, ciudadana, (y claro) política o económica del país.
Detrás del debate legítimo sobre la necesidad de una acción pública en la vida política de Honduras, se esconden dinámicas complejas e intereses “poco” democráticos, tanto del gobierno como de instituciones sociales y privadas. Los partidos políticos y la dificultad que tienen para expresar diferencias entre las generaciones y sectores sociales emergentes; la sociedad civil, que se transformó profundamente y que no puede ser tratada como un todo homogéneo y necesariamente virtuoso, llegando a ser una institución no representativa y muy mal conducida.
Y siendo un problema generalizado de la región Latinoamericana, Honduras, sí, está mal, pero como mencioné, cuenta de un activo principal, y dentro de ese activo, se encuentra un segmento social (los jóvenes), que a partir de la organización y generación de pensamiento crítico y colectivo, permite, tener una mayor óptica en la visualización de los problemas políticos y sociales del país, debe ser más crítico y menos sentimental, partidario o ideológico, al momento de tomar decisiones en todos los aspectos.
Lo plural se amplía. Lo diverso se acentúa. La heterogeneidad se multiplica. Los nuevos actores de la economía, la política y lo público configuran una red compleja de intereses, realizaciones, apoyos y disensos que son pilares fundamentales que encaminan la política hondureña. La lucha por el poder es ahora muy competida y su escala no es sólo nacional, sino mundial.
La naturaleza del poder es ser constructiva en sus aspectos de reforma, reconversión y reestructuración. Esto explica por qué los Estados atienden la lógica del cambio con una definición expresa en favor de conseguir más y mejor racionalidad progresiva, la cual es la dirección de la ciencia política.
Hacia ahí deber ir la política hondureña, sin embargo, estamos inmersos en un escenario donde el poder por medio de la política se utiliza para fines contrarios a su naturaleza constructiva, como es frenar los procesos de democratización y el goce de las libertades públicas, de apretar hasta aplastar, o de mostrar quién es el más fuerte, llegando a la mera idea de animal político, antes de político. Lo que deja a entrever el enorme reto, de los hondureños en su totalidad, por generar una condición humana hacia la oportunidad de realización individual y social. El gobierno democrático, además de democrático debe ser gobierno.
Ricardo Luis Salgado Araujo, con 23 años, soy estudiante en la Maestría en Ciencias Políticas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Honduras, experiencia en investigación de política, políticas públicas, gobierno, etc., presentando artículos académicos en diversas instituciones, así como ponencias en Congresos nacionales e internacionales.