La cuarentena indefinida, los chats familiares llenos de noticias acerca del coronavirus y las cadenas nacionales diarias, anunciando más casos en el país, han comenzado a ser abrumadoras y la incertidumbre que inunda el ambiente nos empieza a ahogar la mente con miedo y desesperación. En esta situación en la que se ve comprometido el mundo entero, yo me he sentido en los más profundo de un vaso lleno de agua. No lo digo porque me hace falta un techo, comida o dinero para proveer a mi familia. Seguramente las personas en las calles o quienes viven en el bordo no se sienten en lo más profundo de un vaso lleno de agua, pero de un mar. Sin embargo, me atrevo a decir que me he sentido ahogada por otras razones.
A lo largo de mi vida me he encontrado en situaciones donde el resultado está fuera de mi control. Situaciones donde no me quedaba nada más que sentarme y esperar. Momentos en los que sentí mis manos atadas al ver a los demás luchar, pero no poder luchar con ellos. Todas estas situaciones hicieron de mí una persona ansiosa. Me introdujeron a un sentimiento de ahogamiento, donde me faltaba el aire y mis piernas se volvían pesadas. Me llevaron a encontrarme con la depresión. Una enfermedad que me sumergió en una tristeza inexplicable y puso en mi corazón un vacío que parecía ser insaciable. A pesar de esto, con el tiempo y la ayuda de las personas a mi alrededor aprendí a nadar en medio de mis ansiedades y empecé a llenar el vacío que había en mi corazón.
Hace alrededor de un mes nos estamos enfrentando a un fenómeno invisible que no nos deja salir, que nos obliga a quedarnos en casa, impotentes, sin saber qué hacer. Un fenómeno que parece no ceder ante la lucha de médicos y enfermeras. Un fenómeno que nuevamente me hace sentir ahogada, que ha traído a resurgir mi ansiedad y probablemente la de muchas otras personas alrededor del mundo. Nos ha puesto al borde de nuestra silla haciéndonos sentir pánico. Nos ha arrebatado la paz haciéndonos pensar en “¿y si me da a mi o a mis abuelos?” o en “¿y si esto no se acaba?”. Nos ha llenado la cabeza de preguntas de las cuales ni yo, ni ninguno de ustedes sabe la respuesta.
Sin embargo, he descubierto que tenemos a nuestro alcance un arma poderosa para combatir nuestros pensamientos de preocupación y miedo: hablar y expresarnos. Por mucho tiempo yo no lo hacía, prefería guardarme mis angustias e intentar lidiar con ellas yo sola. Hasta que comencé a compartirlas con mi familia. Fue entonces cuando me di cuenta que su consuelo y sus consejos quitaban de mis hombros un enorme peso. Parte de la ansiedad y la depresión es engañarnos y hacernos pensar que debemos luchar solos. Nos hacen sentir que si compartimos con alguien nuestros miedos seriamos un estorbo. Pero no es así. El expresarnos nos libera porque al verbalizar lo que pensamos en lo secreto de nuestra mente nos podemos dar cuenta que muchos de nuestros pensamientos negativos no tienen base o están muy, muy lejos de cumplirse.
En mi caso tuve la suerte de encontrar en mi familia un apoyo. Pero también puedes encontrar ese mismo apoyo en un amigo, en tu novio o novia, en tu esposo o esposa e incluso con un
desconocido a través de las redes sociales. Recuerda que muchas personas pasamos por lo mismo y un simple ”tweet” o ”Instagram post” puede hacer que más de alguien te diga “hey, yo también he sentido lo mismo”.
En esta cuarentena nos sentimos físicamente lejos. Anhelamos los abrazos y lo besos de los que amamos, y que seguramente volveremos a dar muy pronto. Sin embargo, es el momento perfecto para aprovechar las maravillas de la tecnología. Es el momento de darnos cuenta que cuando estamos juntos debemos dejar el teléfono para estar presentes pero que hoy que estamos lejos, debemos hacer lo opuesto y tomarlo para estar presentes para quienes se sienten ahogados por la ansiedad o la depresión. Llamemos al amigo con el que nunca hablamos, compartamos nuestros consejos para pasar el tiempo con nuestros seguidores y expresémonos. Expresemos nuestros miedos porque juntos somos más grandes que cualquier pensamiento que nos quiera hacer sentir en lo más profundo de un vaso lleno de agua.
Cristina Solis es una joven de 19 años que actualmente estudia la carrera de Relaciones Internacionales en UNITEC. Es una joven apasionada por hacer un cambio positivo en Honduras mediante la ayuda constante a los miembros mas necesitados de la sociedad. Ademas, busca hacer consciencia acerca de la importancia de la salud mental mediante un blog llamado Tiny Stories by Cristi donde comparte sus consejos y experiencias. Es fiel creyente de la capacidad que tienen todos para hacer un cambio y de la importancia de expresar nuestros sentimientos.