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El 9 de marzo de 2020 las universidades optaron por el uso de la modalidad virtual debido a la pandemia. Lo que se creía que duraría únicamente dos semanas, en realidad, ha llegado a convertirse en aproximadamente sesenta. Con el fin de rescatar los ánimos que poco a poco se desvanecen ante la modalidad virtual, mediante el presente escrito pretendo abordar ciertas recomendaciones a aquellas generaciones que iniciamos los estudios universitarios durante la pandemia.

Se vale enfatizar que, las diferencias más predominantes entre la virtualidad y la presencialidad es la falta de motivación que el estudiantado ha y continuará enfrentando. El desaliento más notorio entre las modalidades recae en la falta de convivencia entre los compañeros de carrera. Nuestra vida universitaria se caracteriza por las interacciones, convivencias y el intercambio de ideas acerca de las temáticas aprendidas, por lo tanto, la virtualidad al omitir esta oportunidad, provoca que el estudiante perciba el estudio como un proceso mecánico frente a un computador, sin poder gozar de las coyunturas que poseen las carreras. Algunos ni siquiera tuvimos la oportunidad de conocer a nuestros compañeros. Estos juegan un papel fundamental en los venideros años, lo cual nutre el sentimiento de rechazo ante la modalidad.

El sistema educativo tuvo que adaptarse a esta nueva normalidad y durante este proceso, surgen dificultades tanto para los alumnos como para los profesores. Por un lado, ciertos licenciados debieron relacionarse con herramientas tecnológicas que anteriormente no manejaban, por lo tanto, se dificulta la facilitización del mismo material didáctico que se brindaba en la presencialidad. En cuanto al estudiantado, existe familiarización con la tecnología, pero en muchas ocasiones estos deben acudir a otros sitios para adquirir el conocimiento necesario. También, hay que considerar el desgaste mental para todos conforme pasa el tiempo, debido a que el aprendizaje, como mencionado anteriormente, se convierte en un proceso mecánico.

Estas aflicciones académicas nos conducen a una serie de distracciones que frenan nuestro aprendizaje. La principal desviación la tenemos en nuestras manos en todo momento: las redes sociales. Mientras el docente cumple con su clase magistral sobre la temática, muchos prefieren actualizar sus feeds en Instagram, Facebook o Twitter, comprometiendo la calidad de atención que se presta hacia la clase. El conocimiento no se obtiene depositando likes, dando retweets y mucho menos, compartiendo contenido humorístico. Con esto, no busco tildar a las redes sociales como un detrimento, pero si dejamos que controlen la mayor parte de nuestro tiempo, debemos aceptar que
somos nosotros quienes perjudicamos nuestra educación y no es válido atribuirle la culpa total a la modalidad.

Otra razón por la cual muchos no simpatizan con la virtualidad se debe a las problemáticas sociales. El pésimo manejo de la pandemia por parte de las autoridades gubernamentales ocasionó que muchos tuviesen que centrar su atención en las crisis sanitarias, económicas e interpersonales poniendo así, el enfoque universitario en segundo plano. Un claro ejemplo de ello fue el momento en el que los huracanes Eta e Iota impactaron territorio hondureño. La zozobra nacional era mayor, por lo que nuestra atención la ocupaban los noticieros y no la pantalla de nuestra laptop; sin mencionar aquellos que desafortunadamente se vieron afectados directamente por el fenómeno.

Ante todo, lo mencionado, ¿qué podemos hacer para estar a gustos con nuestros estudios?

Antes que nada, me gustaría recordarles que continuaremos en esta modalidad por un largo tiempo, por lo tanto, hay que ser resilientes ante la situación y no adoptar una conducta negativa.

Personalmente, considero que será la autonomía la responsable de nuestra transformación. Muchos sostienen, “eso es precisamente lo que hemos hecho desde que comenzó la pandemia”, sin embargo, pienso que muchos no se percatan de la profundidad que posee su significado.

La autonomía va más allá del “levantarse temprano y sentarse frente al computador sin que nadie me levante”, La autonomía consiste en dar la milla extra y abandonar nuestra zona de confort. Muchos eligen el camino de la victimización, escudándose con la frase “No aprendo nada”, pero irónicamente no están dispuestos a poner en práctica la autonomía. No me da más opción que preguntar: ¿Has hecho algo para aprender? ¿estás dispuesto a dar la milla extra?

Contar únicamente con lo aprendido en los minutos de clase limita nuestra capacidad de cuestionar y crear nuestros propios argumentos, Por lo tanto, es nuestro deber como estudiantes usar nuestra curiosidad y deseo de aprender para expandir y enriquecer nuestro conocimiento dentro y fuera del salón de clases. Cabe aclarar que hago referencia a aquellas materias que pueden ejercerse por nuestra autonomía. Sin embargo, hay trabajo que solo se puede aprender haciéndolo y su aprendizaje puede que esté fuera de nuestro alcance.

En caso que no hayas iniciado este proceso de autoexigencia, no te frustres en descifrar cómo vas adoptar todos estos cambios de la noche a la mañana. Poco a poco debes incluir la disciplina a tu diario vivir, este será el factor que te impulsará a abandonar aquellos hábitos que no te permiten llegar a tu máximo potencial. La consistencia te permitirá cumplir tus metas y en poco tiempo empezarás a notar cambios que jamás creíste posibles.

Incluso, dentro de este nuevo proceso, existen nuevas vías para ir más allá.

Toma riesgos. Si decides abordar tus inseguridades tendrás dos opciones: Si fallas, aprendes; si triunfas, te animará a ir más lejos y a conocer tus capacidades.

Fomenta la lectura. Inicia con algo sencillo. Esta costumbre es la mejor manera para acudir al conocimiento ya que apreciamos distintos puntos de vista y se nos presente la oportunidad de cuestionar y yuxtaponer ideas. Pregúntate, ante tanto tiempo de ocio, ¿cuántos libros has leído durante la pandemia?

Inclúyete en segmentos de tu carrera. Estos espacios no solo te dan la oportunidad de que te desenvuelvas exitosamente, pero también te presentan la oportunidad de mejorar tus las relaciones con los demás.

Establece metas. No deben ser objetivos muy ambiciosos. Cada quien conoce sus capacidades y las debemos explotar a su máximo potencial. ¿Tienes miedo de fracasar? Aun así, inténtalo.

No seas cruel contigo mismo. Exígete, pero conoce tus límites. Prémiate cada vez que alcances un objetivo, esto rebalsará la satisfacción personal, que es la que te acompañará en los momentos oscuros.

Todo lo antes mencionado parte de la autonomía, iniciativa y disciplina. Forjando estos tres factores comenzaremos a notar las diferencias de cómo percibimos la modalidad virtual, especialmente, durante estos tiempos difíciles. Las condiciones sanitarias, económicas, sociales y culturales presentan enormes retos, Por lo tanto, es nuestra obligación tratar de perseverar sin importar nuestras circunstancias. Si fallamos en adaptarnos y fomentar estos atributos, difícilmente lograremos adquirir el aprendizaje necesario para nuestro futuro y todo este tiempo de confinamiento habrá sido mal aprovechado.

Ahora, elimina el “no aprendo nada” y sustitúyelo por un “Estoy dispuesto a dar la milla extra”.

¡Anímate a tomar riesgos y conoce tu verdadero potencial para transformar Honduras!


Nota: Las palabras contenidas en el presente artículo representan exclusivamente la opinión del autor. El Milenio es una organización no partidaria y sin afiliación ideológica.

Daniel Salinas
Daniel Salinas

Daniel Salinas es un joven perteneciente a la Asociación Estudiantil de la carrera de Relaciones Internacionales en UNITEC Tegucigalpa. Asímismo, ha representado a Honduras en el deporte junto a la selección nacional de voleibol. Le apasiona la lectura en relación a temáticas sociales e ideologías políticas. Sueña con formar parte del cuerpo diplomático del país para contribuir al progreso y desarrollo de los hondureños.

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