¿Cuántas veces, hemos sido sometidos por una clase política, económica o social de la cual no parece haber un final?
Esto es un problema social que se repite en la historia latinoamericana. Hemos sido sometidos por las sociedades supuestas a ser superiores a la nuestra. Desde el dominio de los pueblos indígena suramericanos (finales del siglo XVI a principios del siglo XVII) hasta el de los pueblos indígenas en América Central en el siglo XVI, es evidente cómo los indígenas fueron despojados de sus recursos, sus creencias y su cultura por la corona española. Dentro de esto, se podría considerar que hay un círculo vicioso en el cual el latinoamericano se ve históricamente sometido por una clase diferente o superior, según se percibe, a la propia. Sin embargo, es sorprendente cómo este fenómeno se puede aplicar a diferentes ocasiones durante de nuestra historia.
Dentro de la realidad de nuestra sociedad, somos sometidos por una clase política, que, por discurso, se cree superior a la clase obrera regular. La burocracia y la corrupción nos dominan y excluyen. Asimismo,, dentro de su discurso de extrema derecha, esta misma clase política nos ha demostrado ser un gobierno totalitarista en su máximo esplendor. Probablemente lo que le moleste a nuestra sociedad no es el totalitarismo, si no el engaño que se le ha dado al pueblo de una ideología totalmente alejada de las verdaderas bases de la propuesta de gobierno.
Se preguntarán, ¿cuál es motivo de la introducción de este tema? Según el cliché común de los pseudo historiadores, la historia de una sociedad se repite en diferentes ocasiones. Puede que tengan razón, pero románticamente, me gusta creer que la sociedad no vuelve a vivir lo que ya vivió, si no que aprende de los errores cometidos y toma las riendas de su destino. La historia no se repite; de la historia se aprende y se forja un futuro.
A lo largo del tiempo, hemos presenciado momentos de emancipación y revolución de pueblos latinoamericanos que han querido cambiar la historia y darles a las siguientes generaciones países más dignos para vivir. Así es como lo hicieron los indígenas en el Nuevo Reino de Granada, organizados en la provincia de Tunja, lo que se conoce hoy en día como parte del territorio colombiano. Igualmente resalta la administración del pueblo obrero de la comunidad de Duitama, que, mediante el ganado y la textilería, se levantó en contra de la corona española. Asimismo, nuestros indígenas se levantaron en contra de la Capitanía General de Guatemala, a consecuencia de las repercusiones políticas que generó Francia, de mano con Napoleón Bonaparte, debido a la ocupación de territorio español. De las históricas, Juntas, resistencia popular proveniente de la península ibérica. Así como también sucedió en México, de la mano con Hidalgo, Morelos, Allende y Guerrero en sus logros militares para derrocar a la colonia.
Es por eso que nuestra generación está llamada hoy a ser lo que nuestros antecesores ya lograron hacer: quitar del poder a aquel que estaba sometiéndolos y haciéndoles creer que era por su propio bien.
Es importante considerar, dentro de la situación actual, que se nos ha demostrado con hechos, que las sociedades de primer mundo son igual de vulnerables como las del tercer mundo. Nosotros, los hondureños, hemos sido igual de abatidos,económica– y socialmente, como lo han sido los europeos o los norteamericanos, que tanto alabamos en los modelos sociales. No hay privilegiados cuando hablamos de pandemias mundiales; todos sufren sin importar el color de piel, clase social, ubicación geográfica, etc. No obstante, hay algo que sí nos afecta a nosotros más que a todas las demás sociedades: la corrupción y el sometimiento de la clase política, a la cual solo le interesa cuánto dinero puede exprimir de nuestro sistema.
Si hay algo que nos puede quedar como aprendizaje después de esta crisis sanitaria, es que tenemos que despertar; así como lo hizo Tecun Umán en Guatemala y como lo hizo el cacique Lempira en Honduras en los tiempos de colonización. Esta vez, sin embargo, contamos con un pueblo letrado, informado, y sobre todo, intelectualmente capaz de ganar una batalla sin derramar una gota de sangre. No nos dispongamos a la lucha con ira; hagamos las cosas con el razonamiento y la lógica social. No nos hundamos en la noche profunda; seamos esa luz al final del camino que le da una esperanza a un pueblo que merece un futuro mejor.
No esperemos que por tres siglos nuestros hijos escuchen el mandato imperioso del amo; seamos ese cambio que, en el momento adecuado, tenga la libertad que merece. No será un inútil reclamo; proclamemos, en un grito sonoro, la indignación del rugir de un león. Enseñémosle al mundo que sí podemos, destrozando el infame eslabón de una clase política clasista y excluyente. Para que, en un futuro, como un ave de negro plumaje, el gobierno fugaz se pierda.
Si de algo sirve, esta pandemia nos ha dejado un aprendizaje muy valioso. Lamentamos las vidas inocentes de nuestros compatriotas que se han perdido, pero aprovechamos la oportunidad de reinventarnos y hacer una nueva estructura de prioridades. Lo que antes nos parecía importante, ahora nos suena superfluo; quiere decir que algo dentro de nosotros ha despertado… algo ha cambiado. Enfoquémonos en lo que verdaderamente importa; lo demás vendrá en el tiempo adecuado. Es el momento en que nos concentremos, unidos, a luchar por nuestros derechos y por nuestra libertad. Generosa será nuestra suerte, si morimos pensando en el amor a nuestra Honduras. Jóvenes, defendamos a nuestra sociedad y nuestra patria de aquellos que, con falsas promesas, nos saquean y nos mienten a diario. Defendamos nuestra santa bandera, las cinco estrellas que llevamos tatuadas en el pecho, aquellas que de niños nos enseñaron que eran motivo de orgullo. Si nos levantamos y ponemos un “hasta aquí” a esos que pisotean nuestra dignidad, no habrá vuelta atrás. Algo les aseguro, todos caeremos con honor.
Luis P. Gómez es estudiante de la carrera de Economía con orientación en el sector público. Tiene basta experiencia en el área de debate académico, investigación, mentoría y asesoría. También ha brindado diversas capacitaciones, charlas y talleres a universidades, escuelas secundarias y empresas privadas.
Es el cofundador de la Sociedad Hispanoamericana para el Desarrollo, think tank creado por miembros de 5 países hispanoamericanos, funge como el presidente de dicha institución en su primer periodo. Actualmente es el presidente de la Sociedad de Debates UNITEC TGU. Se ha desempeñado como asesor financiero y asesor de proyectos para el sector privado. Un apasionado de los proyectos que impulsen el desarrollo socioeconómico de la sociedad. En el sector privado trabaja actualmente como encargado del área de finanzas de una PYMES.