Sin lugar a duda, los problemas y crisis sacan una multitud de sentimientos e ideas. Realmente todo lo que sucede en nuestras vidas.
Lo que estamos viviendo puede parecer diminuto comparado estas otras comunidades que se han encontrado al centro de genocidios o de otros eventos de esa índole. Para otros, es una situación completamente nueva y aterradora. Al fin y al cabo, la vida es así. Cada cabeza es un mundo distinto, un universo completamente diferente al otro. Cada uno percibe la realidad a su manera, influenciado mucho por su forma de vida.
Hablemos de Honduras, donde estamos acostumbrados a visualizar todo del lado negativo y donde aveces nos cuesta admitir los esfuerzos muchos hondureños a diario y lo que nos junta más de lo que pensamos. Separemos la política, lo que nos separa y lo que tendemos a usar para satanizarnos los unos a los otros. Separemos la corrupción que empaña día a día nuestro país y que ha manchado las páginas de nuestra historia por siglos.
Sin importar de que rincón de nuestra patria seas, tenemos demasiadas particularidades en común. Aveces cuesta entrar en razón que lo que me afecta a mí grandemente, puede afectarte a tí de igual o de peor forma. Lo que me pasa a mí, le pasa a otros. Nos arropa una sola bandera, nos representa un mismo escudo. Hoy más que nunca debemos de estar unidos como hondureños, unidos bajo un solo propósito: el futuro de Honduras. Entre más avanza la pandemia, más será el impacto económico y el cambio que se verá reflejado en todos los aspectos de nuestro diario vivir.
Lo más esencial de los problemas que se nos presentan no es el problema en sí, pero el ser creativos y el trabajo en equipo al encontrar las soluciones de ellos. Me alegra ver que jóvenes y adultos han tomado un papel crucial en esta lucha ser solidarios y empáticos, a buscar soluciones antes que problemas en este tiempo. ¿Qué pasa si al final la normalidad es nuestro verdadero problema? Si nuestro problema viene de que en días comunes a los que vamos a trabajar o a la universidad, se nos hace casi imposible detenerse a reflexionar sobre la vida misma cuando el estrés nos agobia. No perdamos ese llamado y esa pasión por el cambio cuando la pandemia termine.
El ser humano tiene que pasar por grandes dificultades para poder entrar en su propio ser y sacar la mejor parte de su esencia, para realizar lo que es importante en su comunidad. Estos son tiempos de resiliencia, donde tenemos que adaptarnos a una nueva realidad, dejando atrás intereses propios y re-considerando la manera en la que vivimos. La epidemia del hambre, de pobreza y de corrupción siempre nos ha acompañado y ha sido la sombra que persigue nuestra realidad. Una enfermedad tuvo que venir a enseñarnos que eso que llamábamos normalidad, solamente nos quitaba lo humano. Una sociedad de consumo, estamos en una carrera de resistencia. Movámonos a tiempos de coraje para gestionar el miedo y transmitir la calma. Analicemos, ¿qué puedes cambiar? Guiemonos por lo importante y dejemos la vanidad a un lado. La enfermedad de la soledad, el Coronavirus, solo viene a reforzar ese grito de salir adelante mediante la constante reflexión y acción. Todos somos importantes en esta lucha, desde el artista que nos alegra el día hasta el doctor que nos salva la vida, desde la persona que recoge nuestra basura, hasta la persona que nos lleva nuestros pedidos. En fin, vaya golpe que nos lleva a la realidad.
Ana Victoria Serrano Madrid es estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales, la misma que brindará herramientas para contribuir al desarrollo de nuestro país desde cualquier trinchera. Compromiso y perseverancia son parte de su filosofía de vida. En un futuro cercano piensa estudiar la carrera de derecho para complementar sus conocimientos. A sus 19 años de edad, aspira a ser alguien que ponga en alto el nombre de Honduras, dándole herramientas a los más desprotegidos y que no tienen las mismas oportunidades. La educación es el eje central para que una nación pueda salir adelante.