Al enterarnos del epílogo de ese falso diálogo instaurado en las oficinas de las Naciones Unidas, solo se puede concluir que este no fue lo único roto, ya se encontraba rota la institucionalidad, la supremacía de la Constitución y la democracia en Honduras. Aun teniendo conocimiento de esto, representantes de la oposición optaron por la vía de reunirse con los adláteres del dictador, a solicitarle a quien por el uso de la fuerza ocupa el poder, que “por favor” renunciara y reconociera el escandaloso asalto a la democracia de noviembre pasado.
Nose debe tener un amplio conocimiento en política, para saber que los grandes acuerdos pasan por tener voluntad política como medio para llegar a los consensos necesarios. En lugar de esto, el gobierno y el partido oficialista en un mismo cuerpo con dos cabezas, a lo largo de diez meses implementó subterfugios encaminados a mantener un control total del diálogo. Teniendo como resultado soluciones cosméticas ante los problemas reales que enfrenta el país.
Desde ese preciso momento, los representantes de la oposición tuvieron que frenar la faena de mentiras, arreglos oscuros y desfachatez por parte del gobierno de facto. Los temas planteados fueron los correctos y certeros para trazar una ruta en busca de la reconstrucción del Estado, la institucionalidad, reformas electorales, el Tribunal Constitucional, los Derechos Humanos, ya que estos sonde vital importancia para poder restaurar la vida democrática del país y empezar a trabajar para resolver la crisis humanitaria en la que hoy nos encontramos. Sin embargo, la estrategia fue la equivocada. Dialogar con quien usurpa el poder nunca puede ser considerado lo correcto. Se dialoga con quien respeta la voluntad popular, se somete al imperio de la constitución y a las leyes y con quien tenga como único fin el interés colectivo.
Ya que el diálogo evidentemente fracasó, es importante sugerir una solución para empezar a resolver los problemas de Honduras. En mi opinion, la respuesta comienza con la presión popular en las calles. Es necesario que este pueblo se despoje de esa actitud sumisa y pasiva, impulsada por el miedo que nos han difundido los “lideres” de este país. ¿Cuál es el nivel de hartazgo al que tiene que llegar la sociedad para que todos los miembros de la misma salgan ala calle para ejercer el derecho a la protesta consagrado en la carta magna, sin distingo de partido político, únicamente impulsados por la convicción plena de querer una Honduras mejor? Si no fue una ruptura flagrante a la constitución, a la institucionalidad, a la democracia producto de un robo electoral; me pregunto ¿qué esperamos los hondureños para exigir en las calles el cese de las múltiples violaciones que sufrimos día con día?
Mientras tanto la hondureñidad toque fondo, las palabras y la juventud como principal impulsora de los cambios que necesita la sociedad son nuestra mejor arma contra el pequeño grupo de poder que tiene a Honduras como una alcancía personal. Nunca debemos dejar que se nos mire como los anti-sistema por defender a nuestra Honduras. Es más, es nuestro deber exponer como el sistema es anti-nosotros.
José Ángel Zúñiga Díaz, veintiún años, actualmente cursa su cuarto año de Derecho en la UNAH. Desde muy joven nació en él un interés genuino por la realidad social del país la cual se presta para poder realizar una abierta crítica que para José no ha de pasar desapercibida. A pesar de su corta edad José se ha convertido en un crítico de la corrupción e impunidad; de pensamiento libre y desinteresado, desconociendo de ideales políticos trabaja por desnudar realidades invisibles pero existentes. Su sueño de convertirse en abogado viaja más allá para construir desde las menores escalas una Honduras digna, razón por la que este año emprende un nuevo proyecto académico, formando un movimiento estudiantil denominado VOS.