Querido hondureño: Karla Mossi

Hoy escribimos sobre la trayectoria de la Doctora Karla Mossi. Superando obstáculos desde temprana edad como estudiante en la UNAH, en su vida laboral trabajando como ingeniera para reconocidas agencias como la NASA, hasta llegar a ser directora del programa de ingeniería mecánica y nuclear en Virginia Commonwealth University, la Dra. Mossi, caracterizada por su carisma y alegre sonrisa, es un ejemplo de fortaleza y superación personal.

Querido hondureño,

Mi historia comienza en Honduras. Crecí con tres hermanos y, durante la mayor parte de mi vida, parecía que siempre estaba rodeada de varones. Antes de ingresar a la universidad, hice una prueba de aptitud, ya que no estaba segura de lo que quería estudiar. Ingeniería mecánica o música eran las opciones. Estudiar música sonaba interesante, ya que toco la guitarra. Sin embargo, cuando le pregunté a mi profesor de música si le parecía buena idea, me contestó “te podes ganar una taza de café”, riéndose. ¿Era eso todo lo que iba a ganar? Aunque fuera una broma, no quería correr ese riesgo, así que decidí estudiar ingeniería mecánica, a pesar de no saber en qué me estaba metiendo. La gente tiene la impresión de que la ingeniería mecánica en la UNAH consiste en reparar carros; incluso mi madre odiaba la idea de que estudiara eso. Pero, a pesar de todo, me apoyó en todo momento.

Al ingresar a la UNAH como una joven de a penas dieciséis años, me encontré siendo la única mujer en el departamento de ingeniería mecánica. No obstante, mis compañeros siempre fueron muy amables y me veían como su “hermanita pequeña”. Debido a ciertas experiencias, sin embargo, se podría decir que la transición de una escuela de solamente niñas a un programa universitario dominado por hombres fue algo difícil e inesperado. En mi primer día como estudiante universitaria, tuve que hacer un examen médico, el cual era obligatorio para todos los estudiantes en ese entonces. El “doctor” me pidió que me quitara la camisa y empezó a jugar con una flor que tenía en mi bracier. Sintiéndome avergonzada, salí corriendo a decirle a mi mamá. Esa fue la primera vez que pasé por acoso. La siguiente vez pasó cuando iba en el bus de regreso a mi casa. El bus estaba tan lleno que alguien me iba tocando, como si no fuese nada. Esa fue la última vez que usé el bus. Después de eso, llegaba a la universidad con un pick up truck enorme, con dos espejos a los lados, para sentirme más segura. Lastimosamente esta es la realidad de las mujeres. Yo nunca pensé que eso me pasaría a mi. Pero en cierta manera, todas las experiencias que viví en mi época universitaria me hicieron más fuerte. 

Yo pasé por experiencias difíciles, pero también tenía compañeros que sufrían mucho económicamente. Realmente no tenían nada. Por medio de los “unicréditos”, la universidad les prestaba 45 L por semestre para pagar la matrícula. Me alegra ahora saber que a ciertos de ellos, con los que he tenido contacto, les ha ido muy bien desde ese entonces. Con mucho sacrificio lo han logrado. El crecer tras los obstáculos que tanto nos enjaulan es vital para el crecimiento. 

Tomó un tiempo para que esa adolescente tímida que entró a la carrera de ingeniería hace tantos años, renuente a ir a la pizarra para contestar una simple pregunta, saliera de su zona de confort. Por ejemplo, tuve la oportunidad de trabajar para la NASA, lo cual fue una experiencia increíble, ya que aprendí desde el técnico hasta el ingeniero, y todos siempre estaban muy dispuestos a enseñarme cómo funcionaban las cosas. Trabajé muy duro todo el tiempo y estuve involucrada en proyectos como en la creación del túnel de viento y en pruebas de aviones. Sin embargo, algo que me arrepiento, es que huí de grandes oportunidades por pena. Mi jefe me invitó a comer muchas veces con otros dos científicos reconocidos, y por timidez, negaba la invitación y me quedaba comiendo mi sándwich frente a mi computadora. De haber sido más sociable en vez de dejar que la pena me dominara, ¿quién sabe cuántas otras puertas se hubiesen abierto?

Mi trayectoria laboral empezó cuando trabajaba para una empresa como ingeniero “bajo” hasta lograr ser jefe. No obstante, ser jefe no me llenaba. Me enfermaba del estómago solo pensar en tener que despedir a gente, ya que sabía que muchos tenían familias y pasaban por situaciones difíciles. Por esa misma razón, sabía que era necesario cambiar de trabajo. Me ofrecieron un puesto como profesora en la universidad de Commonwealth en Virginia y consecuentemente me pusieron a cargo de la carrera de ingeniería. Ahí aprendí lo importante que era para mucha gente tener el título de ingeniería mecánica, así que empecé a hacer el papeleo con el grupo de la facultad y formamos el programa de ingeniería mecánica y nuclear, único en su forma. Mi cualidad de ser “sensitiva” igual me ayuda a ver qué es lo que los estudiantes desean y ocupan, por lo que el programa se ha vuelto muy atractivo, ya que los estudiantes pueden contar con una persona que le interesa su bienestar y éxito. Por esta misma razón me denominaron “la mamá de los estudiantes”, algo que tomo como un cumplido, porque me ha ayudado a llegar donde estoy ahora. Si no me importase el futuro de los estudiantes no sería lo mismo.  

Este año por primera vez recibí una donación de 1 000 000 USD para ayudar específicamente a los estudiantes internacionales.  Esto me ha dado la oportunidad de otorgar becas a esos estudiantes que han estado en la misma situación que yo estuve como estudiante en el extranjero. Incluso cuando pensaba que no era posible para mi obtener una beca, ya que era hondureña y no ciudadana estadounidense en el momento, apliqué y la gané. Por medio de la beca aprendí mucho, por ejemplo a perder el miedo a hablar, a poder discutir con el profesor de forma civil y a evaluarlo después de cada clase, y a dar mi opinión; cosas que lastimosamente son lo contrario a lo que aprendí en Honduras. Como alguien que pasó por lo mismo, entiendo que un joven hondureño que quiere estudiar en el exterior se enfrenta con un sin fin de dificultades, desde los costos de aplicación, documentos apostillados y exámenes como el SAT y el TOEFL, hasta una falta de becas para estudiantes internacionales. Sin embargo, ha sido muy gratificante para mi escuchar las historias de estudiantes internacionales que han podido salir adelante a pesar de las circunstancias. Me hace sentir tan orgullosa como si fueran mis propios hijos. Por eso es tan importante esa oportunidad que he tenido de otorgar estas becas: aunque sean pequeñas, son becas que significan tanto. Son la ayuda necesaria para pagar por libros de clase, para ayudar a su familia o pagar su matrícula. 

Pero estas oportunidades son fáciles de perder si el estudiante no se lanza a ellas. Muchas universidades extranjeras tienen sistemas que proveen ayuda financiera a estudiantes internacionales, pero esto es algo que yo no sabía hasta que entré a la universidad. Las oportunidades no tienen valor si no son aprovechadas. Se necesita ser lanzado. Se necesita lanzarse a situaciones que parecen imposibles, porque en el intento, podés conseguir un éxito que pensaste ser imposible. Si esa niña penosa que fui en mi juventud pudo, cualquier joven con una convicción y con grandes sueños también puede. Así que mi consejo a vos, joven hondureño, es que no tengas pena de preguntar por ayuda cuando la necesites. No tengas miedo de probar y fallar; y si fallas, levántate y probá otra vez. Soñá en grande y lanzáte al agua, así no sepas nadar. Si lo querés lo suficientemente y te esforzás por ello, lo vas a lograr. Sobre todo, disfrutá el proceso, porque todo obstáculo solo te va a hacer más fuerte.

Con cariño,

Adriana Salem y Liz Bulnes
Adriana Salem y Liz Bulnes

Adriana y Liz son parte del equipo de El Milenio y conforman el directorio de artículos, respectivamente como directora y subdirectora.

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