La Verdadera Alianza

Mucho se habla sobre una “alianza con las bases”, que más bien suena como el peor de los clichés, porque poco le importa a la clase política estas mismas “bases”. Efectivamente, la alianza debe ser con esos sectores, pero de seguir imperando las componendas y las malas prácticas, no puede existir un cambio legítimo.

En la actualidad y después de los hechos suscitados en 2017 en Honduras, no existe político que no hable de coaliciones o alianzas. La “alianza de los honestos”, “alianza de los menos honestos”, “lado oscuro o lado correcto” o inclusive “alianza del bien contra el mal” son frases que escuchamos con frecuencia en el discurso público. Más allá de la evidente estrategia de campaña con la finalidad de obtener los votos de los electores y apelar a los sentimientos de un pueblo hondureño desencantado por la clase política tradicional, una juventud ve cómo una posibilidad de cambio en su modus vivendi se aleja de forma progresiva. Los líderes políticos de Honduras están muy lejos de encontrar los puntos de consenso requeridos para establecer lazos de hermandad con metas claras y sólidas, y que busquen el fin primordial de la política, que no es otra cosa más que el bien común. 

En los distintos foros en los medios de comunicación es común ver el debate entre militantes de los partidos políticos, en los que miembros de las organizaciones de juventud son invitados a participar para encender la llama del momento. No obstante, el producto de los mismos no es más que el descrédito hacia el líder político de otro partido. Si vemos a alguien desacreditar a otro, probablemente adoptaremos esta práctica de manera recurrente, ya que las personas imitamos lo que observamos, sea esto bueno o malo. Sin embargo, si lográramos invertir el discurso, podríamos estar un paso más cerca al cambio que necesitamos. En lugar de emitir un comentario dañino, está la posibilidad de difundir uno que construya puentes de diálogo, sin que sea una obligación aceptar el criterio del otro. Este fenómeno se conoce como el respeto,  una simple pero frecuentemente mal entendida virtud. Al practicar esto, no hay duda que Honduras estaría avanzando a lugares inimaginables. Estas lecciones de la vieja escuela han ayudado a la juventud hondureña a obtener un discurso vacío que puede ser emitido en estos debates. Esto se debe a que la sociedad hondureña no tiene oposición, tiene opositores; y eso es lo que esencialmente hace la diferencia. No existe un ambiente de unidad porque no existe un ideal de colectividad, solo personas que buscan intereses particulares.

Recientemente leí “Una tierra prometida” cuyo autor es el presidente número cuarenta y cuatro en la historia de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama. El primer presidente negro en la historia de ese país relata sus aciertos y equivocaciones, victorias y derrotas, y sus enseñanzas más profundas. Obama en la campaña electoral interna del Partido Demócrata (2008), en la que para ese entonces él ocupaba el cargo de Senador por el Estado de Chicago, señala el cruce de ataques electorales con su contrincante, la ex primera dama y senadora, Hillary Clinton. Menciona que ella lo calificaba como “inexperto” y que debido a sus ideas progresistas, “los Estados Unidos corría un grave peligro en sus manos”. Barack Obama también hace reconocimiento de las habilidades de su contrincante al mencionar que en los “caucus”, en los que él creía tener ganados, repentinamente se venían abajo por una estrategia impecable de la Senadora Clinton, tal como fue el caso de New Hampshire en 2008. El precandidato presidencial posteriormente lograría recuperarse en Iowa y eso marcó la pauta para un triunfo que se fue cimentando hasta la gran convención del Partido Demócrata. Esto ocasionó que el candidato ganador buscara inmediatamente a su contraparte, que no había sido favorecida con el número de delegados por la convención, con el fin de hacerla ver que un partido unido, organizado y fuerte podría vencer al Partido Republicano, en ese entonces liderado por el Senador John McCain.

Obama insistió de forma vehemente a favor del diálogo, y con sumo respeto pudo lograr la unidad deseada. Así fue consolidado un triunfo verdadero de la oposición en aquel entonces, pese a que ambos tenían ideas totalmente contrarias aun y cuando formaban parte de la misma organización política. Para las elecciones generales de 2008, Obama ya tenía el juego político en marcha. En su libro, hace referencia a una experiencia curiosa que tuvo en un mitin político, donde se enfrentaba a sus contrincantes republicanos, distinguidos por sus ideales altamente conservadores. En el evento, una seguidora republicana, a la que McCain le concedió el micrófono, expresó ciertos ataques contra Obama. El candidato republicano rápidamente toma el micrófono e interviene, mencionando estas frases: “Hay diferencia entre desprestigiar y debatir”, “Pasa que Obama es un hombre decente, con el que solo tengo diferencias en cuestiones fundamentales en distintos ámbitos, y de eso se trata esta campaña”.

La pregunta esencial es, si la democracia más fuerte del mundo (aún con lo sucedido este año con Trump) ha logrado asentar principios y valores como la lealtad, respeto y reciprocidad entre sus iguales como pilares fundamentales en el discurso público, y en especial con sus adversarios políticos, ¿por qué en Honduras no puede suceder lo mismo? La oposición está fraccionada desde el golpe de Estado en 2009; no se ha podido llegar a un proceso de consolidación de ideas porque no existe un sentimiento real de querer unidad. No existen los liderazgos que promuevan tal hazaña. Mucho se habla sobre una “alianza con las bases”, que más bien suena como el peor de los clichés, porque poco le importa a la clase política estas mismas “bases”. Efectivamente, la alianza debe ser con esos sectores, pero de seguir imperando las componendas y las malas prácticas, no puede existir un cambio legítimo. Esto se debe a que estos políticos son lobos, y de los peores cuando dividen y enfrentan a un país por intereses personales. Lobos, los que destruyen en lugar de construir. Y lamentablemente son esos los que en este país sobran.

La verdadera alianza, sin duda, es con aquel hondureño que no ofrece coimas o sobornos para lograr una sentencia favorable por parte de un juez, y el que no elige a conveniencia el Fiscal General de la República porque eso es lo que le dijeron que tenía que hacer. Es con el empleado público que trabaja diligentemente en su oficina, a la que asiste todos los días. Con aquel que no negocia para que impongan a Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y así garantizar la impunidad.

Honduras tiene fecha de caducidad y parece que esa será el 14 de noviembre de 2021. Ese día se termina el país o se renueva, con la esperanza que una colectividad pueda decidir de una vez por todas cuál es el nuevo orden que debe seguirse. Con la esperanza de empleos dignos, seguridad, educación y sobre todo una salud gratuita y universal que tanto nos hace falta en estos momentos. El país no tiene más tiempo; o seguimos divididos o formamos la alianza que verdaderamente expulse a los que no tienen que seguir un día más tomando decisiones sobre nuestro futuro. Dependemos únicamente de nosotros. No hay mañana, y definitivamente es ahora o nunca.


Arte por artista hondureña Selman-Housein.

Nota: Las palabras contenidas en el presente artículo representan exclusivamente la opinión del autor. El Milenio es una organización no partidaria y sin afiliación ideológica.

Jose Angel Zuniga
Jose Angel Zuniga

José Ángel Zuñiga, Abogado Magna Cum Laude, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. A la edad de 23 años, ha sido participe de distintas organizaciones de sociedad civil, partidos políticos y juventud universitaria. Su principal misión es que a través del Derecho se pueda cambiar de fondo el sistema político del país, haciendo de Honduras un país que eleve sus índices de desarrollo humano y así garantizar que la institucionalidad funcione con oportunidades para todos y sin privilegios para nadie.

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