Entre menos leyes hay, más impunidad vemos, entre más pagamos por la energía eléctrica, más cortes tenemos, y entre más nos financia el BID-BCIE, más pobreza sufrimos. Honduras no es una tierra próspera ni justiciera, lo único de próspera que tiene es el nombre de la ZEDE en Roatán. Chris Hedges una vez dijo: “Ahora vivimos en una nación donde los médicos destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, los gobiernos destruyen la libertad, la prensa destruye la información, la religión destruye la moral y nuestros bancos destruyen la economía”. Él no hablaba de Honduras, pero estaría en lo correcto si así fuese.
En Honduras, la justicia es distinta para los defensores del río Guapinol y los implicados en los hospitales móviles. El sector salud no nos deja más opción que vivir pagando una deuda de hospital privado por el resto de nuestras vidas, o morir gracias a las pastillas de harina de un hospital público que de colmo fue saqueado. Las universidades se prestan a ser centros de concentración de jóvenes, quienes lamentablemente levantan la voz para luego convertirse en desaparecidos por aquellos en uniformes de la ATIC. La prensa es desconfiable, todo lo promueve con farándula, mentiras, vulgarismo y violencia. La religión está llena de pastores y cardenales, nativos de Sodoma y Gomorra, que por cheques en blanco y prestaciones andan pidiendo el perdón para un Gobierno que nos metió en esta miseria. De último, la banca no se menciona, ya que de la noche a la mañana inflan el valor del lempira por orgullo y coraje.
Buscamos culpables en la burguesía cuando la responsabilidad de castigarlos por medio del sufragio es nuestra. Honduras tiene un pueblo egocéntrico y orgulloso, donde nos gusta señalar a los demás y no practicar la autocrítica. Un pueblo que se vende por un bono, una bolsa solidaria, una vacuna sin hacer fila, o un puesto de trabajo, logrando así empobrecer más a Honduras.
Sin embargo, el soberano castigó esta vez votando por un bloque de oposición. No obstante, todavía hay una cantidad significativa que votó por el bloque azul, quienes mantienen un caudal grande y disciplinado.
Honduras necesita priorizar el desarrollo, la inversión social y promover la cultura. Que sea la primera y última vez que permitimos que un partido compuesto de narcos, un ex convicto y una cobija como papeleta de candidatos de relleno, existan en una contienda de elecciones generales. Hagamos que el pueblo tenga altos estándares y criterio, que aparte de castigar con el voto, pueda castigar encarcelando a la gente que tanto daño nos hizo estos últimos 12 años.
La bandera de Honduras cambió sus colores a blanco y negro por el luto de la muerte de nuestros sueños. Fue manchada de rojo, por la sangre de nuestros hermanos difuntos. No obstante, este 27 de enero hemos retomado la oportunidad de resurgir nuestro país, estrenando la bandera azul turquesa como corresponde, llena de esperanza y sueños por retomar.
Nota: Las palabras contenidas en el presente artículo representan exclusivamente la opinión del autor. El Milenio es una organización no partidaria y sin afiliación ideológica.