Escondido entre las estrechas calles de Roma se encuentra Palazzo Spada, un refugio para la colección que el cardenal de este mismo nombre curó hace cientos de años. La colección está dispersa en cuatro diferentes cuartos, pero la verdadera obra de arte se encuentra en el jardín.
Se llama La Perspectiva de Borromini, y es un pasillo que resguarda una escultura. Ambos, el pasillo y la escultura, a distancia, parecen ser imponentes. Seguro más grande que yo, pensé. Pero si te quedas observando y analizando los detalles, te das cuenta que nada más es una ilusión óptica. Las columnas del pasillo van disminuyendo en altura y el suelo va inclinado, haciendo creer que el corredor es inmenso, cuando en realidad solo mide ocho metros. ¿Y la estatua del final? Apenas 90 centímetros de altura.
Borromini, uno de los mayores exponentes de arquitectura barroca en Roma, con ayuda de un matemático, le hizo esta escultura al Cardenal Spada, quien propuso una moraleja para la obra. De la misma manera que las ilusiones hacen que los objetos pequeños parezcan grandes, las cosas del mundo que parecen ser grandes, terminan siendo solamente ilusiones y cosas insignificantes.
“Come, infatti, le forme piccole possono sembrare grandi per via dell’illusione, così anche le cose del mondo, pur ritenute grandi, sono in realtà illusorie e insignificanti.”
Si bien hay algo que tengo en mi propia colección, la exclusiva colección de consejos gratuitos, es esta moraleja, ya que aplica para todo y hacia todos.
No sé si es el vicioso drama o si es la adrenalina de momentos clave que no nos dejan que el oxígeno nos llegue a la cabeza, pero siempre pasa que empezamos a tener ideas exageradas. Hay gente que dice tener falta de creatividad, pero cuando se trata de hacernos historias en la cabeza, se lucen.
Pasamos por momentos amargos, por angustias innecesarias que parecen no tener fin. Entre más le damos vuelta a los temas en nuestra cabeza, más nos hundimos. Es como cuando nos pasa algo malo y a propósito escuchamos música que nos pone en peor estado.
Nos enfrentamos a problemas y pensamos que va a ser el fin del mundo. Empezamos a idear un plan de evacuación de emergencia por si todo nos sale mal, porque obviamente más de alguna cosa tiene que salir mal.
El cuento acaba como quisiéramos que hubiese acabado: lejos del peor de los casos. Una vez damos un paso adelante y las cosas empiezan a ir bien, nos damos cuenta que solo estábamos llenándonos de falsas ilusiones. Que al final, los problemas que estábamos creando eran insignificantes. Que el dragón no era un dragón, sino un simple escarabajo que lo podíamos quitar del camino con dos dedos.
Me pregunto… ¿qué pasaría si, en vez de usar esa dedicación, creatividad y energía para estas ilusiones que nos llenan la cabeza de temor y frustración, las usáramos para afrontar los problemas?
Francia Teruel es colaboradora para El Milenio. Estudió publicidad y relaciones públicas en Texas Christian University en Fort Worth, Texas. Le apasiona escribir, ver fútbol y hacer reír a la gente.