Lo entiendo. Sé lo que se siente tomar esas bolsas con los objetos que tanto has deseado y salir de la tienda. Claro, sin mencionar el placer que da el sonido del “ding” del sistema de cobro de tarjetas de crédito junto al pequeño papel que señala en letras mayúsculas “APROBADO”. ¿Por qué nos aferramos tanto a un pequeño trozo de tela colorida al que llamamos “bufanda” o a la última camiseta que adquirimos a un precio veinte veces mayor que la niña de Bangladesh que trabajó haciéndola?
Sabemos que la sociedad actual está más atraída que nunca a consumir productos que no necesitan. Tenemos publicidad en la radio del coche camino al trabajo, en las vallas publicitarias frente a tu casa, en redes sociales con los “giveaways” que no hacen nada más que motivarte a desear lo que ofrecen e incluso entre documentales que ves en YouTube para tu ensayo de la universidad. ¿Dónde está el límite? Este lavado mental no tiene límite y los estados de cuenta bancarios de algunas personas lo saben.
Señores, les tengo una mala noticia. Los bienes materiales que tanto deseamos no producen felicidad permanente. Ese gozo que nos da abrir la caja de unos nuevos zapatos es efímero. A medida pasa el tiempo, nuestras mentes se acostumbran a ellos y borran el brillo de sus suelas. Eso nos lleva a un punto muy importante… todo aquello que deseamos físicamente quedará en el olvido a medida lo obtengamos. Personalmente, considero que se obtiene mayor placer en el deseo de obtenerlo que en el hecho de tenerlo entre tus manos y llamarlo tuyo.
Ahora, la verdadera felicidad no está en las pequeñas cosas tampoco. No, la felicidad no es ese “pequeño rayo de luz solar que acaricia tu mejilla en las mañanas”. Claro, cada persona define la felicidad a su manera. Durante años fui bombardeado con esa imagen perfecta de la vida; y lo “mágica” que puede llegar a ser si nos fijamos en las cosas sencillas. Llegué a un punto en el que me di cuenta que esto no iba con mi definición de la felicidad. Yo considero que para ser felices debemos trabajar duro por aquellas cosas con mayor valor emocional que con mayor valor en precios. La felicidad está en aquellas cosas por las que tenemos que trabajar e incluso exprimirnos para obtenerlas. Es esa sonrisa en tu cara cuando te gradúas de la universidad, los escalofríos de una llamada de Recursos Humanos felicitándote por tu nuevo empleo o ese “Sí” de la chica que te gusta después de varios intentos fallidos de conquista.
La búsqueda de la felicidad será siempre el objetivo de vida de todo ser humano pero hagamos de esa búsqueda una experiencia gratificante. Una experiencia contribuyente a mejorar el status quo, no a empeorar nuestro estado financiero. No nos dejemos llevar por las corrientes de tendencias que nos incitan a comprar. ¿De qué te servirá ese gasto que tú ves como “inversión”? ¿Necesitas ese teléfono celular que acaba de salir al mercado cuando ni siquiera con el que tienes ahorita recibes llamadas? No necesitas tener lujos, necesitas ser feliz. Dejemos a un lado nuestros cupones y trabajemos en familias más unidas, amistades más genuinas y amores duraderos. Estos sí dan origen a la felicidad y a una sociedad más sana.
Álvaro José Pérez-Bennett Bustamante forma parte del equipo de colaboradores para El Milenio. Con tan solo 17 años, ha vivido en Costa Rica, Honduras y El Salvador; lo que le ha permitido obtener una perspectiva más amplia de temas de interés cultural en Centroamérica. Actualmente, Álvaro finalizó su Bachillerato en Colegio APCE Lamatepec, El Salvador. Considera estudiar la carrera de Periodismo para servir como mediador entre las grandes figuras políticas y las voces de la población que no es escuchada. Su objetivo es regresar a Honduras a trabajar, junto a otros, en hacer del periodismo nacional una voz de peso en la región y una herramienta eficaz en la lucha contra la injusticia, la corrupción y la impunidad.