Hoy en día nos encontramos en una sociedad individualista, cada quien vive en su mundo. A diario se cruzan sus caminos pero nunca se dan cuenta; todos viven preocupados por sus trabajos, los deberes que tienen en sus estudios y las obligaciones en casa. La globalización, el consumismo extremo y la competencia por ser el mejor en la sociedad nos están matando cada día.
La sensibilidad humana cada día es menor. En Honduras a diario se cometen un sinnúmero de homicidios y para la población hondureña le es indiferente, ya que lo único importante es que ellos estén bien. Visto desde la perspectiva sociológica funcionalista, todo está bien, pero en realidad no es así. Somos tan egocéntricos y materialistas.
Cada día nos educamos más y más para convertirnos en personas de gran importancia, pero nos olvidamos de la verdadera educación. Saludar donde sea que vayamos o estemos: al entrar en un elevador, al abordar el autobús, al entrar a un salón de clases. Donde quiera que vayamos es importante brindar ese cálido enunciado acompañado de una sonrisa que puede contagiar de positivismo a los demás y hacer de un día malo uno bueno. Agradecer a los demás por lo más mínimo les deleita en seguir haciendo el bien.
La sociedad actual en general se ve amenazada por la violencia, corrupción y codicia. El origen de estos males radica en la familia, lastimosamente como pasamos con la agenda apretada a diario, ya no existe el tiempo de calidad en familia: ese momento corto donde se refuerzan los lazos del núcleo familiar, donde se comparten experiencias vividas y se nos enseña a ser mejores personas, personas del bien. Actualmente, pocas familias cenan juntas, y si lo hacen cada quien está con su celular o cualquier dispositivo que le permita comunicarse con sus amigos o familiares que están lejos pero los aleja cada vez más de los que tienen cerca.
Todos anhelamos en tener un doctorado o una maestría y ser conocidos por nuestro gran desempeño como profesionales, pero dejamos de un lado la parte humana. Nos estamos educando para ser máquinas y no humanos. La competencia en la sociedad cada día es más agresiva y masiva, todos pelean por quien tiene más dinero, el mejor auto, quien tiene más “followers” y “likes” en sus redes sociales, quien viaja más, quien posee la ropa de moda, el mejor celular, y la mejor apariencia física. Pero nadie se preocupa en quien tiene el mejor corazón.
En Honduras, a diario en los restaurantes se compran miles en comida pero nadie se toma el tiempo en compartir con los demás, con el compatriota necesitado que probablemente se acostó sin comer y lo único que lo alimenta es ese deseo insaciable por vivir, por descubrir cuál será su desenlace en este camino.
La tasa de analfabetismo antes en el país era mucho más grande, pero vivíamos en una sociedad sana, donde aún existían valores, tales como el respeto y solidaridad. Es sorprendente escuchar como unos gastan en vanidades, y pensar cuánta comida o cuántos útiles escolares se podrían comprar para el necesitado.
Creo en mi país, creo en su gente, creo en la policía, en la cocinera del mercado, en el campesino, en el ingeniero, creo en “el niño de la calle”, creo en cada uno de sus habitantes. Honduras, tú puedes. Sé que podemos salir de esto. Unámonos como jóvenes, alcemos nuestras voces, no dejemos opacar nuestra luz. Preocupémonos por ser cada día la mejor versión de nosotros, brinda esa sonrisa a los demás y comparte ese positivismo por más difícil que sea la cuesta. Ayuda a los demás sin esperar nada a cambio, créeme que si lo haces verás cómo tu vida va tomando más sentido.
Como joven he tenido esta frase siempre: “Cuando muera quiero ser recordado como alguien que inspiró a los demás, ya sea a masas o sólo a mi círculo de amigos, pero que por lo menos algunas palabras mías o acción alguna vez tocaron el corazón de ellos.”
Cristhan Vásquez es un joven de 18 años, pasante la carrera de Ingeniería en Energía en UNITEC. Actualmente es miembro activo del Círculo Juvenil de Oratoria y Liderazgo (CJOL). Apuesta a ser un líder dentro de la sociedad hondureña, influyendo a la juventud a pensar críticamente.