Aun lo recuerdo muy bien. Fue un sábado como cualquier otro. Yo apenas tenía 8 años. Estábamos sentados con mi familia en la sala de televisión y mirábamos como un político, uno de esos que los libros de historia habían dejado en el pasado, hablaba de la Revolución Francesa y la libertad como que si él la hubiese concebido. Fue un momento surreal en la historia política de Honduras que dejo atónitos a muchos ciudadanos. En ese momento, pocos se imaginaban que ese inaudito discurso sería el último acto oficial de ese político de antaño.
Nadie estaba preparado para lo que iba a ocurrir al día siguiente. Con aviones de guerra sobrevolando el cielo azul y música hondureña llamando a cadena nacional, nos despertamos a una pesadilla que dejaría marcado mi corazón catracho para toda mi vida. En los días que siguieron, las imágenes de las violentas protestas y el olor del gas lacrimógeno quedarían para siempre en la mente de todos los hondureños.
¿Y hoy, dónde estamos? ¿La clase política ha aprendido de esos errores que llevaron a Honduras al caos? ¿Hemos avanzado hacia el progreso o nos sumergimos en la autodestrucción?
Sin duda, la gran mayoría diría que seguimos en lo mismo o inclusive peor que antes. Desafortunadamente, escuchamos tanto sobre los casos de corrupción y los vínculos al narcotráfico de nuestros últimos gobiernos que se nos hace fácil frustrarnos y perder todo optimismo. Sentimos que la impunidad reina sobre Honduras, y que la Constitución y nuestras leyes simplemente son tinta sobre papel mojado sin ningún significado y peso.
Y ahora me pregunto ¿dónde estamos todos aquellos que queremos un cambio? ¿A dónde están esos optimistas tenaces que buscan el progreso?
Hace diez años, yo me propuse prepararme para sacar adelante a mi patria. Mientras crecía, fui aprendiendo sobre la economía, la política, y la sociedad. Siempre cuestionaba todo, una característica que define a nuestra generación. Nunca me conformaba con lo que lograba y siempre iba por más.
Tenía hambre, hambre del conocimiento, hambre de aprender más, y aún más importante, hambre de dejar una marca en el mundo. Hasta hace unos años, me sentía solo y sin apoyo para luchar, pero ahora miro que no es así.
Existe una red de hondureños que tienen el mismo pensamiento y que tienen la misma motivación para producir el cambio que Honduras necesita. Todos crecimos en diferentes entornos, ciudades, y estratos sociales, pero tenemos el mismo objetivo: transformar a Honduras.
Podría sonar un poco cliché, pero como se lo he mencionado a mis amigos y compañeros en múltiples ocasiones, nuestra generación tiene enfrente la gran oportunidad de redireccionar el camino de Honduras hacia el progreso, la igualdad, y libertad.
Instituciones como El Milenio nos proporcionan una renovada esperanza ofreciéndonos una plataforma dedicada a mirar hacia el futuro con optimismo. Por esta razón, es imperativo que nuestra generación de hondureños sepa lo importante que serán las decisiones que tomemos.
También es crítico tener claro los objetivos que hay que alcanzar para no dejarnos manipular por políticos del momento que prometen ser los salvadores del mañana. Estos falsos profetas no son la solución para Honduras. Somos nosotros los que tenemos el verdadero poder para cambiar a Honduras.
Al igual que nuestros grandes patriotas que se unieron para conseguir la añorada independencia del Imperio Español, nosotros, los jóvenes de Honduras, tenemos la obligación de unirnos para conseguir la añorada transformación de nuestra patria.
Compañeros, no perdamos nuestro optimismo, porque el día que lo perdamos es el día que nos rendimos ante aquellos que derrochan la riquezas de nuestro pueblo y miran a Honduras como un negocio para beneficiarse. Como el eterno optimista que nunca se da por vencido, no dejemos de ser fieles a nuestros valores e ideales.
Guillermo Bendeck nació al comienzo de este nuevo siglo, trayendo con él una renovada esperanza para su querida patria Honduras. Durante toda su joven vida ha demostrado una lealtad intachable hacia sus principios y valores, alcanzando muchos logros importantes en sus estudios al ser uno de los estudiantes más sobresalientes de su clase y en el deporte con su participación en las selecciones juveniles de futbol de Honduras. Así como muchos jóvenes de su generación, sueña con transformar a Honduras económicamente y edificar una sociedad más equitativa para todos. Confía que la nueva generación de líderes tiene la capacidad, entereza, y compromiso para resolver todos los problemas que agobian a nuestro país. Cree fielmente en la libertad del pensamiento y tiene fé en la sencillez y bondad de nuestro pueblo. Actualmente estudia en la Universidad de Emory en los Estados Unidos, cursando las carreras de Economía y Negocios concentrandose en Finanzas.