¿Qué es el compromiso?
Es difícil superar la percepción negativa que los compromisos sociales, económicos, y políticos son utilizados para solucionar una crisis a corto plazo sin importar las consecuencias que dichas decisiones pudiesen tener con el pasar del tiempo. Honduras ha sido presa de esta visión cortoplacista, así como lo fueron los múltiples compromisos sobre la esclavitud antes del comienzo de la Guerra Civil Americana en 1861, o la Conferencia de Múnich en 1938 para intentar apaciguar las actitudes belicosas de Hitler. Estos intentos fracasaron y no pudieron evitar la gran tragedia que causaron.
Sin embargo, el tipo de compromiso al cual yo me refiero va más allá de decisiones para solucionar las crisis de hoy, pero, en vez, conlleva lograr un balance entre las fuerzas ideológicas que controlan lo social y lo político. Es un tipo de compromiso sincero que busca encontrar la salida a los problemas que agobian a la sociedad de una forma sostenible, definiendo así la idiosincrasia y la razón de existir de un país, e incluso, un continente. Las grandes civilizaciones que han reconocido y utilizado este arte han prosperado y acumulado poder y riqueza, dejando así su marca en la historia.
Es por esta razón que hoy me dirijo principalmente a los futuros líderes de nuestro país, con los cuales se logrará el cambio profundo y verdadero que finalmente les mejore la vida a todos nuestros compatriotas.
¿Qué tiene que ver esto con Honduras?
Quizás todo o nada. Es importante mencionar que dicho liderazgo transformativo actualmente no lo tenemos, aunque los falsos profetas del momento dicen lo contrario. Pareciera que, a través de la historia de nuestra patria, las cosas han cambiado muy poco. Desde la independencia, nuestra historia ha sido testigo de las continuas luchas por el poder entre las facciones liberales y conservadoras. Todas aquellas dictaduras y guerras que nos impidieron progresar en el pasado, nos siguen agonizando en la actualidad. Es como si el tiempo se hubiera congelado: nada cambia y las cosas siguen igual. Da la impresión de que no aprendemos, y que seguimos subyugados por nuestra falta de visión de país. Continuamos con luchas internas por el poder y la riqueza de nuestra tierra. Se ha abierto un camino a una descontrolada corrupción; un estado fallido incapaz de proveer seguridad y prosperidad para todos, y una violencia política y social que continúan manchando todos los rincones de nuestra querida Honduras.
Y de nuevo, ¿Qué tiene que ver esto con nuestro país?
Cómo se puede ver a través de la historia mundial, cuando todas las facciones de la sociedad logran conseguir el equilibrio dentro del péndulo de la razón, las naciones se desarrollan de una manera más ordenada, con justicia e igualdad. Es de lo más esencial entender que los extremos en cualquier situación no conllevan a nada bueno, y para lo único que sirven, es definir a dónde no debemos llegar.
Por lo tanto, nuestros principios ideológicos deben ser guiados por el sentido común y la moderación.
- Políticamente, las dictaduras de derecha o de izquierda, sin dejar por fuera el anarquismo, no deberían ser el anhelo de nuestros políticos.
- Económicamente, el capitalismo despiadado y el comunismo autodestructivo deberían de ser descartados como nuestros modelos de desarrollo.
- Socialmente, no deberíamos de pensar en una sociedad estática, producida por la falta de movilidad de los estratos sociales. La concentración del poder en pocos solo trae división y resentimiento. Esa desigualdad se tiene que dejar a un lado.
Es común ver estas características en varios estados fallidos de Latinoamérica. Lo paradójico sería ver un país avanzar hacia el progreso con tanto extremismo. Sin embargo, una sociedad que pierde su balance, pierde su rumbo. El único éxito que sus gobernantes logran es en volver sus países irrelevantes en el contexto mundial. Es aquí donde estos autoproclamados Mesías juran y perjuran estar a favor del pueblo, al mismo tiempo que interponen sus intereses mezquinos y de aquellos que los llevaron al poder. Claramente, la codicia de nuestros gobernantes mueve el péndulo de un extremo al otro, imposible hasta para un malabarista encontrar equilibrio.
Sin embargo, Costa Rica logró obtener ese equilibrio del que tanto hago alarde. Consiguió convertirse en una nación con paz social y con un alto nivel desarrollo económico y humano, apoyados con instituciones dedicadas verdaderamente a sus ciudadanos, y respetando la ley y el orden. Este ejemplo demuestra que es posible lograr esta estabilidad en Centro América, y que este éxito merece ser emulado.
Este mensaje está principalmente dirigido a los futuros líderes de esta generación, a la que llamo la generación de soñadores. Honduras necesita gente que entienda la importancia de encontrar un balance en nuestra sociedad. Estamos urgidos de líderes cuya única pasión sea nuestro país y hacer bien las cosas. Líderes que poseen un sentido de responsabilidad para tener siempre en mente los intereses de todos los sectores de la sociedad.
Finalmente, no hay que recurrir a los impulsos turbios y destructivos. Hay que tomar decisiones para cerrar la brecha ideológica, y, por ende, buscar el centrismo. Solo desde el centro, uno puede apelar a todo un país. Es la única fórmula para librarnos de tendencias peligrosas y para avanzar hacia el progreso con paso firme y seguro. Si nuestros futuros líderes entienden este concepto, se logrará la máxima aspiración de un pueblo que sueña por una mejor vida. Tengo la esperanza y la confianza de que pronto surgirán los líderes que van a escribir una nueva historia para Honduras y que harán patria enfocándose en las cosas que nos unen: nuestra devoción por Dios, nuestra pasión por Honduras, y nuestro amor por la familia.
“Cualquiera puede hacer historia; solo un gran hombre puede escribirla.” – Oscar Wilde
Nota: Las palabras contenidas en el presente artículo representan exclusivamente la opinión del autor. El Milenio es una organización no partidaria y sin afiliación ideológica.